Puerto fluvial junto a un castillo
1850. Óleo sobre lámina de cobre, 21,5 x 29,7 cmNo expuesto
Lucas Velázquez siguió a lo largo de su carrera distintas inspiraciones, entre ellas, como Alenza, las de la pintura del Siglo de Oro y la de los Países Bajos en algunas de sus obras de paisaje, cuyo carácter fantástico ha permitido relacionarlos con los de Pérez Villaamil, aunque su ejecución es más franca y directa, con una clara tendencia al abocetamiento expresivo.
La fertilidad de su imaginación le llevó a competir con Pérez Villaamil para formar paisajes con rapidez a partir de manchas arbitrarias, en una práctica habitual en ambos artistas que recuerda la del blotting sugerida por Alexander Cozens en 1785, pero también la que había empleado Goya, en sus miniaturas, sacando partido de las formas que dejaba una gota de agua sobre la superficie ennegrecida del marfil. En relación con esto, sus dibujos y aguadas revelan una intensa y subjetiva capacidad de sugerencia, y aparecen con una peculiaridad que recuerda a ciertas aguadas de Victor Hugo e incluso Turner. El temperamento arrebatado de Lucas le hizo capaz de una expresividad gráfica que sólo Fortuny igualaría posteriormente. Además, aquel procedimiento muestra la facilidad del artista para lo que se denominaba el repente, la imaginación espontánea y la plasmación inmediata de las formas, vinculadas con el ámbito de la libertad creadora en su sentido más específicamente romántico (Texto extractado de Barón, J. en: El siglo XIX en el Prado, Museo Nacional del Prado, 2007, p. 39).