Retrato de caballero
1909. Carboncillo, Lápiz compuesto sobre papel verjurado, 560 x 469 mm. No expuestoCabeza masculina de frente despejada nariz algo afilada y barba no demasiado larga que cubre el mentón. Es un retrato expresivo elaborado con precisión que busca transmitir la psicología del retratado. Está dibujado con trazos de diferente técnica e intensidad para contrastar el rostro y los ropajes del cuello y los hombros, con un juego de líneas fuertes de carácter estructural que acotan las formas sobre el papel y otras, más suaves, llenas de matices. Los contornos están bien definidos en la mandíbula, el pómulo y la frente. La cavidad de la cuenca del ojo se envuelve en la sombra intensa que proyecta la luz sobre esta parte del rostro. No hay constancia de quién era el retratado. Nos recuerda ligeramente a su maestro, el pintor José Berga (1837-1914), con quien mantuvo una estrecha relación y a quien admiró mucho, pero para entonces era ya una persona de edad madura (Texto extractado de Azcue, L.: Solidez y belleza. Miguel Blay en el Museo del Prado, Museo Nacional del Prado, 2016, p. 45).