Ricardo y Federico Santaló
Hacia 1845. Óleo sobre lienzo, 82 x 62,5 cmNo expuesto
La pareja de retratos familiares en sendos interiores, formada por esta obra y el P4608, es muy representativa del quehacer de su autor y también del auge que el género tuvo en la Sevilla de mediados del siglo XIX, fecha a la que corresponderá la ejecución de ambas obras. Además, debido seguramente a la influencia británica, fue allí más frecuente que en el resto de España el retrato de familia, con claro protagonismo de los niños. Se representan éstos en dos cuadros concebidos para formar pareja, ambos pintados en óvalo, quedando las enjutas, en el color rosado de la preparación, ocultas por el marco. El que representa a Ricardo y Felipe Santaló Sáenz de Tejada, que se colgaría a la derecha, tiene a un lado al primogénito de la familia, que aparece leyendo un diario ilustrado con cabecera xilografiada. El muchacho, que parece tener unos quince años, cruza una pierna sobre otra con actitud que trata de denotar naturalidad y que repitió el artista en otros retratos de niños. Vestido con traje de calle con su cuello forrado de piel, lleva corbata de lazo y afecta una seguridad en sí mismo que también se percibe en la actitud de su hermano Federico, en traje de cadete artillero, que apoya su mano enguantada en el respaldo de una silla, sobre la que descansa su gorra militar. Entre ambos, una mesa con tapete rojo y lámpara de cristal aparece cubierta de publicaciones. A la izquierda se ve, entre cortinajes, un amplio pórtico con arcos de medio punto sobre delgados pilares. La pared del fondo está presidida por una Inmaculada inspirada directamente en Murillo, como las que el propio artista pintaba, que marca el eje de la composición, también resaltado por las lámparas. La flanquean otros dos cuadros y, en el de la derecha, que formaría pareja con similar asunto en el de la izquierda, parece advertirse la figura de una santa. A la derecha, un cuadro ovalado representa a san Rafael y Tobías, motivo relacionado con la pedagogía y, por ello, apropiado a la escena. Junto a él se ve una consola con su guarnición bajo un espejo isabelino. Puede pensarse en los ecos de la significación simbólica del espejo y el reloj, alusivos a la prudencia y al arte del buen gobierno y el dominio sobre sí mismo pero, de todos modos, el artista repitió algunos de estos objetos en otros retratos. En el retrato compañero de María Dolores González representó el mismo reloj dorado, con alegorías de bronce y parecido escenario de arquitecturas con arcos de medio punto, que también se aprecia, como si fuera una convención, en el de Ramón González (ambos cuadros, en la colección del conde de Ybarra, en Sevilla). Los colores fríos de las paredes grises azuladas se equilibran con los cálidos tonos del rojo del tapete y los dorados de los marcos y la consola, y de los bronces de la guarnición y la lámpara, así como de la botonadura, el cordón y el pomo del sable de Federico. Éste seguiría en efecto la carrera de artillero naval, en la que llegó al generalato, esforzándose en difundir la mejor instrucción para sus tropas. Así, publicó un Manual del cabo de cañón: brevísimas nociones de artillería teórica y material reglamentaria de nuestra armada (San Fernando, 1880) y, siendo ya brigadier de Artillería de la Armada, un Manual del artillero de mar: ligeras nociones de artillería y cartilla del material reglamentario en la Armada (Madrid, 1895) que se le había encomendado por Real Orden de 8 de octubre de 1895. Dada su competencia, formó parte de la Junta Técnica que hubo de informar sobre el submarino de Isaac Peral (Texto extractado de Barón, J. en: El retrato español en el Prado. De Goya a Sorolla, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 118-120).