Ticio
1632. Óleo sobre lienzo, 227 x 301 cm. En exposición temporalTicio, hijo de Júpiter y Elara, aparece encadenado a la roca en el Tártaro mientras un águila devora eternamente sus entrañas. El gigante fue castigado por intentar seducir, instigado por Juno, a una de las amantes de su progenitor. El tema de los condenados o Furias -Ticio, Ixión, Tántalo y Sísifo- alcanzó cierta popularidad en el arte europeo de la Edad Moderna, siendo muy utilizado en decoraciones palaciegas. Se interpretaban como representación del poder implacable de la dinastía reinante, frente a la infidelidad, la soberbia y la arrogancia de aquellos que atentaban contra la supremacía de la Monarquía. Ribera conoció probablemente a través de estampas las llamadas Furias del Alcázar de Madrid, que Tiziano hizo para María de Hungría con idéntico argumento y tema. Este tipo de composiciones dio ocasión al autor de hacer obras de gran tamaño y de formas monumentales que, en este caso, se adecuan muy bien al estilo fuerte y poderoso de Ribera.
Esta obra probablemente y el Ixión (P1114) (el correspondiente documento de pago menciona realmente un Ysion y un Sísifo, pero este último podría ser sencillamente un error) fueron adquiridos en Madrid en 1634 a la marquesa de Charela, abuela de uno de los hijos ilegítimos del rey, por el pronotario de Aragón, Jerónimo de Villanueva, para decorar el palacio del Buen Retiro. Esta procedencia sólo demuestra cómo se pagaron los cuadros y no excluye la posibilidad de que fueran encargados directamente al artista en Nápoles para el rey. De hecho la combinación de los temas que representan y sus enormes dimensiones hacen que resulte muy improbable que no se tratara de un encargo real. Sabemos que ya desde 1630 se encontraban en la colección real obras de Ribera, artista por el que Felipe IV sentía gran admiración. Si bien originalmente estas obras con toda probabilidad formaban parte de una serie de cuatro, nada se sabe de los otros dos.
Ticio e Ixión son obras de extraordinaria fuerza visual y creatividad compositiva, impresionantes a la vez que espantosas. Ticio, de tamaño bastante mayor que el natural, yace boca arriba, agitando sus miembros como un molino de viento, con el rostro contorsionado en un interminable grito de agonía, mientras el águila le saca las entrañas por un boquete abierto en su costado. La cabeza echada hacia detrás, la frente surcada por profundas arrugas y la boca abierta, son motivos que aparecen en los dos famosos cuadros posteriores de Apolo y Marsias de 1637, que tratan un tema similar como el castigo a la arrogancia (Nápoles, Museo Nazionale di Capodimonte, y Bruselas, Musées Royaux des Beaux-Arts). La postura de Ticio se basa en el Tántalo de Tiziano, una de las dos Furias desaparecidas de su serie que Ribera conocería a través de la estampa de Giulio Sanuto de hacia 1565. Sin embargo, Ribera invierte audazmente la orientación diagonal de la figura, de manera que sus miembros inferiores se extienden hacia la oscuridad del averno mientras que la parte superior del torso, la cabeza y los brazos se proyectan violentamente en el espacio del espectador.
Los números 800 y 801 pintados en blanco que aparecen en el Ixión y en el Ticio, respectivamente, corresponden a la numeración del inventario de 1794 del palacio del Buen Retiro. En consecuencia, podemos deducir con cierto grado de seguridad, que los dos cuadros ingresaron en el Buen Retiro en 1634 donde permanecieron ininterrumpidamente hasta finales del siglo XVIII, pasando al Prado poco después (Texto extractado de Portús, J.: Pintura barroca española. Guía, Museo Nacional del Prado, 2001, pp. 84-86; Finaldi, G. en: El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, Museo Nacional del Prado, 2005, pp. 236-237).