Autorretrato
1635 - 1638. Óleo sobre lienzo, 46 x 32 cm. Sala 010El Autorretrato de Bernini que conserva el Museo del Prado desde 1929, desde que lo publicase en 1908 D’Achiardi, la crítica no tuvo dudas de su atribución a Bernini. En fechas recientes (2003 y 2007) se ha puesto en duda esa atribución, considerándolo obra de un seguidor o de taller. Es posible que los argumentos esgrimidos por algunos estudiosos sean propios de juicios un tanto inasibles, como la supuesta ausencia de fuerza y de calidad, siempre "excelsa" en los autorretratos de Bernini, frente al del Museo del Prado. También se añade, para retirarlo de la autoría de Bernini, que no existe correspondencia entre la veloz y enérgica ejecución y el rostro poco incisivo, "poco parlante", como propio de una copia apresurada de un discípulo. Si bien cabría pensar que una copia nunca es apresurada ni veloz y menos si es obra de un discípulo o, genéricamente, del taller, sino todo lo contrario.
Tal vez pudiera pensarse, en este caso, en un boceto previo a las obras Autorretrato (1630) de los Uffizi y del Autorretrato Maduro de la Galleria Borghese, especialmente en relación con esta última. Inacabado, quedaban por definir mil detalles, algunos de ellos propios de la preparación de una pintura cuando aún está pendiente del color y de la forma, de la expresión definitiva. Los críticos a la autoría de Bernini han señalado en el autorretrato del Prado la infeliz definición de los ojos, su mirada sorda. Aunque esta caracterización resulta añeja y propia de un formalismo decimonónico, no deja de ser significativa si pudiera considerase un boceto por definir.
Es más, esas críticas se ven obligadas a reconocer que el rostro es el de Bernini —lo que es obvio—, que la técnica es muy similar a muchas de sus otras obras de esa época y que está próxima, en términos cronológicos, a los otros dos autorretratos citados. Muy posiblemente sea más cercano al autorretrato de la Galleria Borghese que al de los Uffizi y está en las antípodas del llamado Autorretrato melancólico (ca. 1630, colección particular). Si, por el contrario, se atiende a otros historiadores, la mano de Bernini es indudable, entendiéndolo como un boceto previo a una pintura más acabada, que creo que no puede ser otra que el Autrorretrato de la Galleria Borghese. Que la familia Chigi, según la apreciación de Maurizio Fagiolo y de Francesco Petrucci, conservase esta pintura no puede ser sino indicación de que se trataba de una obra del maestro, sin dejar de señalar que algún colaborador o discípulo hubiese intervenido en el boceto, aunque resulta muy extraño un procedimiento semejante. Por otro lado, el carácter bosquejado y la agilidad plástica de la pincelada no sólo tienen que ver con su condición de estudio preparatorio —posiblemente para el retrato mencionado de la Galleria Borghese—, sino que confirman el neovenecianismo de la pintura romana en esos años. (Texto extractado de Rodríguez Ruiz, D. en: Bernini, Roma y la Monarquía Hispánica. Museo Nacional del Prado, 2014, p. 86)