Barco de la tortuga
Hacia 1570. Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte, Oro, 20,3 x 24 cmSala 079B
Copa de pie alto cuyo cuerpo tiene forma de casco de nave, con proa en punta y popa algo elevada, vástago abalaustrado y una tortuga como pie, todo ello formado por tres piezas de cristal de roca, que se unen mediante dos guarniciones de oro esmaltado. La guarnición que une el cuerpo con el vástago es de oro con esmalte negro formando roleos y un grueso nudo con volutas de cartones recortados, hojas y frutos, todo ello esmaltado de vivos colores. En la guarnición inferior, el esmalte translúcido simula gotas de rubí engastadas en cartones. El cuerpo está decorado prolijamente, con un esquema cerrado separado por una moldura longitudinal. En la parte superior aparecen dos dragones y roleos vegetales en la proa; dos cigüeñas con serpientes en el pico; guirnaldas de frutos y dos figuras recostadas en la popa, mientras que recorre la borda un friso con amorcillos o niños. En la parte inferior, se desarrolla en friso corrido, una escena marina en la que aparecen Anfitrite y Neptuno de pie sobre un carro avenerado conducido por caballos marinos, la personificación de dos ríos, tritones luchando, un dragón, un niño que vierte agua de un jarro, los vientos soplando, etc. Los niños jugando a un lado y tocando instrumentos como los timbales o cajas militares al otro, podrían simbolizar la guerra y la paz. La decoración del cuerpo está realizada con extremada finura y posiblemente tenía un significado político. En 1918 fue robada la guarnición del pie.
La inusual presencia de las dos personificaciones de ríos o fuentes podrían hacer referencia, según Arbeteta, bien a las aguas, tanto dulces como saladas, sobre las que reina Neptuno o, más concretamente, a las fuentes de agua fría y caliente que, según describe Platón en su diálogo Critias, el dios marino hizo brotar en la isla Atlántida que, a su vez, tenía una montaña y una fértil llanura. Marsilio Ficino, en su introducción a su propia traducción del diálogo de Critias, considera que la Atlántida no es un mito, por cuanto Platón lo menciona como “Historia verdadera”, lo que abre las puertas a una interpretación política. También las cigüeñas con la serpiente en el pico, motivo ya visible en la pintura romana, tienen un claro significado simbólico, más allá de lo decorativo, pues el ave simboliza la pureza, la rectitud, la valentía y la ´Pietas Augusta´ romana; con la serpiente en el pico figura a un príncipe fuerte que destruye a enemigos perniciosos, especialmente enemigos de la religión. Otro de los detalles a considerar es la tortuga del pie, posible referencia al mote (o motto) ´Festina lente´ (“apresúrate despacio”), adoptado por Cosme I Médicis.
La decoración marítima aparece con frecuencia en el fondo de otros vasos, guardando aquí cierta relación, estilística y compositiva, con varios de ellos, caso de la Fuente con la historia de Hermafrodito y camafeos de los Doce Césares, O80 del Prado, el vaso del Museo del Louvre, MR 319, del entorno de los Sarachi o Fontana, o la copa con escenas marinas del Museo degli Argenti, Inventario Gemme 1921, n. 702. La similitud en el diseño puede obedecer a una fuente iconográfica común que provendría del mundo romano, donde ya se representan, muy parecidos, los diversos personajes marinos que el grabado renacentista difundirá en numerosos repertorios. El asunto podría tener su origen visual en composiciones como las de Mantegna, Perino del Vaga, Salviati, Delaune, Du Cerceau, De Bry, los Collaert y tantos otros que crearon escenas parecidas a las que se reproducen en los cristales mencionados, algunas de ellas desarrolladas en friso corrido, como dos diseños de Erasmus Hornick, conservados en el Museo Victoria & Albert de Londres.
Respecto a su autoría, a pesar de las semejanzas de su pie y el vástago con algunas obras de Gasparo Miseroni (1518-1573) y el taller familiar, adolece de cierta rigidez, con planos lisos y perfil muy delimitado. Ha sido adscrita a Annibale Fontana (1540-1587), por el parecido físico de las figuras con una copa de la Kunstkammer del Kunsthistorisches Museum de Viena, inv. 1415, y con una botella de origen medieval, decorada con un tema zodiacal también del mismo museo, inv. 1490, ambas atribuidas a este artista.
El Tesoro del Delfín es un conjunto de vasos preciosos que, procedentes de la riquísima colección de Luis, gran Delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo Felipe V, primer rey de la rama borbónica española. Luis de Francia (1661-1711), hijo de Luis XIV y María Teresa de Austria, comenzó su colección tempranamente influenciado por su padre; la adquisición de obras se producía por diversas vías, desde regalos hasta su compra en subastas y almonedas. Al morir el Delfín, Felipe V (1683-1746) recibe en herencia un conjunto de vasos con sus respectivos estuches, que fueron enviados a España. En 1716 estaban en el Alcázar de Madrid, guardados en sus cajas, desde donde se trasladaron, en fecha posterior, a La Granja de San Ildefonso, lugar donde se citan a la muerte de Felipe V, conservados en la llamada Casa de las Alhajas. En 1778 se depositaron, por real orden de Carlos III, en el Real Gabinete de Historia Natural y continuaron en la institución hasta el saqueo de las tropas francesas en 1813. La devolución de las piezas se produjo dos años más tarde y con algunas pérdidas. Fue en 1839 cuando la colección llega al Real Museo, donde sufrió en 1918 un robo. Con ocasión de la Guerra Civil española fueron enviadas a Suiza regresando en 1939, con la pérdida de un vaso, desde entonces se encuentran expuestas en el edificio Villanueva.