Copa de las Cuatro Estaciones
1570 - 1600. Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte, Oro, 25,2 x 19,2 cmSala 079B
Vaso con cuerpo de perfil ovoide, seis gallones y boca lobulada. Astil formado por un triple nudo, el superior y el inferior recubiertos por guarnición de oro esmaltado y el central labrado en el cristal, imitando engastes de piedras preciosas. Las dos guarniciones de oro esmaltado presentan un mismo esquema: roleos negros excavados en el oro, enmarcando cartones verdes, en cuyo centro una gota de esmalte rojo simula un cabujón de rubí. El vástago es corto, torneado y el pie tiene seis gallones decorados con ramilletes e hileras de granos. Los gallones frontales presentan representaciones de las cuatro estaciones del año. En los pliegues laterales se aprecian unas protuberancias en las que se han tallado cuatro cabezas de serpientes, con sus colas descendiendo a lo largo del cuerpo del vaso. En la parte inferior transcurre una escena marítima, con ondas y monstruos. Arbeteta lo atribuyó al taller de los Sarachi, con posible diseño de Annibale Fontana. Faltan desde época indeterminada la guarnición del pie y la tapa, que debía tener forma de media naranja, también gallonada y remate de bellota o balaustre.
La decoración admite una lectura alegórica, como señaló Arbeteta, pues representa las estaciones, siguiendo tradiciones visuales romanas y cristianas: el viejo calentándose, símbolo del invierno; la diosa Flora, que evoca la primavera; las granadas entremezcladas con las flores en la guirnalda quizás aludan a Perséfone; Ceres, con espigas y cornucopia, representa el verano y Noé, con la vid, remite al otoño. Las colas de las serpientes hacen de separadores entre los gallones frontales y los laterales. Posiblemente aluden a la monstruosa Pitón, hija de Gea (la Tierra) y, por extensión a Apolo, el dios que le dio muerte, que simboliza el sol, responsable del cambio de las estaciones. Las figuras laterales complementan la lectura: Baco joven levanta la copa con el vino recién elaborado; los delfines medio antropomorfos sobre las olas, podrían aludir a los marineros que intentaron secuestrarle cuando, siendo joven viajaba hacia Naxos. Pero también cabría una interpretación más alambicada, ya que podrían referirse, genéricamente, al castigo que reciben los que se oponen a Baco/Dionisos, tema de actualidad en el contexto del Milán contrarreformista de los dos últimos tercios del siglo XVI, alejado de libertades y esoterismos, cuya defensa reunió a un excéntrico grupo de artistas en la Accademia della Val di Blenio, bajo el patrocinio jocoserio de Baco y entre los que se encontraba el cuñado de los hermanos Sarachi, Annibale Fontana, posible inspirador del tema. La figura femenina en el otro lateral podría ser Anfitrite, la Venus marina o la imagen de la Fortuna. En cualquier caso, son imágenes de buen agüero relacionadas con el vino y el agua, al igual que la serpiente Pitón se relaciona con la Tierra y Apolo con el Sol. La decoración de la tapa, perdida, quizás completara el sentido de este aparentemente simple programa decorativo.
Las cuatro estaciones aparecen en numerosas obras de los talleres de Milán, normalmente acompañadas de otras escenas. Coincide con un jarro de asa serpentiforme del Museo degli Argenti (Inv. Gemme 1921, n. 488) o con el joyero de extraordinaria calidad, atribuido a Fontana, que la infanta Isabel Clara Eugenia donó al Escorial, hoy en el Palacio Real de Madrid (inv. 10012357). Aunque es más delicado, el lenguaje técnico del vaso O83 tiene puntos de contacto con la Copa de la Vendimia del Prado (O81), la frasca decorada con escenas de Orfeo y Midas del Museo degli Argenti de Florencia (Inv. Gemme 1921, n. 620) y otra, similar en temática y forma, con escenas de vendimia en Dresde (Grünes Gewölbe, V.186), todas ellas muy probablemente realizadas en el taller de los Sarachi.
Es una de las piezas pertenecientes al Tesoro del Delfín, el conjunto de vasos preciosos que, procedentes de la riquísima colección de Luis, gran Delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo Felipe V, primer rey de la rama borbónica española. Luis de Francia (1661-1711), hijo de Luis XIV y María Teresa de Austria, comenzó su colección tempranamente influenciado por su padre. La adquisición de obras se producía por diversas vías, desde regalos hasta su compra en subastas y almonedas. Al morir el Delfín, Felipe V (1683-1746) recibe en herencia un conjunto de vasos con sus respectivos estuches, que fueron enviados a España. En 1716 estaban en el Alcázar de Madrid, desde donde se trasladaron, en fecha posterior, a La Granja de San Ildefonso, lugar donde se citan a la muerte de Felipe V, conservados en la llamada Casa de las Alhajas. En 1776 se depositaron, por real orden de Carlos III, en el Real Gabinete de Historia Natural y continuaron en la institución hasta el saqueo de las tropas francesas en 1813. La devolución de las piezas se produjo dos años más tarde y con algunas pérdidas. Fue en 1839 cuando la colección llega al Real Museo, donde sufrió en 1918 un robo. Con ocasión de la Guerra Civil española fueron enviadas a Suiza regresando en 1939, con la pérdida de un vaso, desde entonces se encuentran expuestas en el edificio Villanueva.
Arbeteta Mira, Letizia, El tesoro del Delfín: alhajas de Felipe V recibidas por herencia de su padre Luis, Gran Delfín de Francia, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2001, p.274,275