Bernegal de cristal con aves, frutos y asas en forma de cartones
1590 - 1610. Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte, Oro, 14,3 x 28,2 cmSala 079B
Vaso compuesto por cuatro piezas de cristal y tres guarniciones de oro esmaltado. El cuerpo es una pieza con perfil de arco rebajado, boca ovalada, en su parte inferior decorado por gallones dobles cóncavos y, en la superior, por ocho gallones grandes que dotan a la superficie de un aspecto ondeado. Tienen grabados motivos vegetales y frutos, distribuidos en festones con cintas que alternan con diseños de dos aves fénix enfrentadas ante una urna. Colocadas en medio de la parte más ancha, casi al borde, se encuentran dos asas de cartones y hojas de bajorrelieve. Es pieza muy parecida a las piezas del Tesoro O86 y O88, difiriendo únicamente en las medidas y número de guarniciones. Aunque en los inventarios españoles se cita como “taza” o “vaso”, Angulo utilizó para definir este tipo de objetos la denominación de “bernegales”, lo que no carece de sentido, ya que se parecen a los realizados en barro y metal, éstos generalmente en plata. Tal como recoge el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, el bernegal es una “taza para beber, ancha de boca y de forma ondeada”.
Es una de las piezas pertenecientes al Tesoro del Delfín, el conjunto de vasos preciosos que, procedentes de la riquísima colección de Luis, gran Delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo Felipe V, primer rey de la rama borbónica española. Luis de Francia (1661-1711), hijo de Luis XIV y María Teresa de Austria, comenzó su colección tempranamente influenciado por su padre. La adquisición de obras se producía por diversas vías, desde regalos hasta su compra en subastas y almonedas. Al morir el Delfín, Felipe V (1683-1746) recibe en herencia un conjunto de vasos con sus respectivos estuches, que fueron enviados a España. En 1716 estaban en el Alcázar de Madrid, desde donde se trasladaron, en fecha posterior, a La Granja de San Ildefonso, lugar donde se citan a la muerte de Felipe V, conservados en la llamada Casa de las Alhajas. En 1776 se depositaron, por real orden de Carlos III, en el Real Gabinete de Historia Natural y continuaron en la institución hasta el saqueo de las tropas francesas en 1813. La devolución de las piezas se produjo dos años más tarde y con algunas pérdidas. Fue en 1839 cuando la colección llega al Real Museo, donde sufrió en 1918 un robo. Con ocasión de la Guerra Civil española fueron enviadas a Suiza regresando en 1939, con la pérdida de un vaso, desde entonces se encuentran expuestas en el edificio Villanueva.
Arbeteta Mira, Letizia, El tesoro del Delfín: alhajas de Felipe V recibidas por herencia de su padre Luis, Gran Delfín de Francia, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2001, p.176