Cesta de flores y vista del Palacio Real de Valencia
1844. Óleo sobre lienzo, 120 x 92 cmNo expuesto
Pareja del cuadro Florero sobre una silla (P7940) comparte con él, aparte de la misma fecha de realización, algunas características; sin embargo le separan numerosos pormenores que le otorgan una mayor variedad tipológica, así como una especial complejidad. Parece como si el autor hubiese querido llevar a cabo un alarde que evidenciase sus múltiples habilidades a la hora de concebir una composición diferente mucho más elaborada y sugestiva.
En el espacio reducido de un aposento figurado en el que no se advierten elementos de notoriedad, dada la poca holgura del ámbito y la oscuridad reinante del entorno, se amontonan diferentes motivos a cual más escogido y suntuoso, lo que produce un efecto de recargamiento muy del gusto de la época. En riguroso primer término se advierte una elegante banqueta encima de la cual aparecen flores aparecen flores aparentemente caídas desde un canapé de curvado respaldo lateral, que soporta un cestillo de mimbre lleno a rebosar de aquéllas, que derrama su exuberante contenido. En el lado derecho un pesado cortinaje que produce la impresión de ser brocado y rematado en flecos cae desde el ángulo superior, ayudando a introducir el segundo término en el que la pintura enmarcada colma prácticamente la mitad superior del lienzo, logrando un agradable efecto de trampantojo mediante el método de cuadro dentro del cuadro. Tan singular obra se ofrece detrás de la masa cromática floral, dentro de un marco dorado fastuosamente moldurado y con un añadido superior de un tejido muy liviano, semitransparente y listado; el triple recurso resulta bien conseguido y culmina la verosimilitud del conjunto.
El paisaje se corresponde, en contra de la opinión que se decantaba por la posibilidad de que el edificio principal fuese el Palacio Real de Valencia, con una imagen dotada en parte de realidad. La primitiva residencia regia, fuera de las viejas murallas y al otro lado del río Turia, de remoto origen musulmán y transformaciones posteriores en la Edad Media cristiana hasta el Barroco, fue destruido durante la Guerra de la Independencia (1808-1813). Con sus escombros se conformó una colina, sobre la que se alzó un edículo en torre, fácilmente visible, que centró un amplio parque con monumentos por lo que la gran mansión que se aprecia a la izquierda sería la plasmación de uno de los proyectos de reconstrucción, que nunca se llevó a cabo.
En la Casita del Príncipe del Escorial existe un cuadro de Parra que revela cómo era el primitivo edificio, gracias a otra combinación de flores y vista arquitectónica tan brillante de ejecución y calidades como la que aquí se despliega (Texto extractado de Luna, J. J.: El bodegón español en el Prado. De Van der Hamen a Goya. Museo Nacional del Prado, 2008, p. 150).