El tránsito de San Genaro
1635. Óleo sobre lienzo, 207 x 154 cmNo expuesto
San Genaro obispo es el santo patrón de Nápoles y, por ello, protagonista de numerosas obras de su rica escuela pictórica a lo largo de la Edad Moderna, en especial a partir de que sus restos regresaran a la ciudad del Vesubio a fines del siglo XV. Según la tradición, era obispo de Benevento durante la persecución de Diocleciano en el siglo III d. C. Al acudir a Pozzuoli, fue apresado junto a dos de sus diáconos y sometido a diversos tormentos, de los que salió indemne milagrosamente. Finalmente fue decapitado y enterrado en dicha localidad, situada al norte del golfo de Nápoles.
En el Duomo de Nápoles se conservan las reliquias del Santo, para las que se construyó una lujosa capilla en el siglo XVII. Los restos más famosos son dos ampollas de cristal en las que sus seguidores recogieron parte de su sangre. Anualmente, también en la actualidad, se exponen ante los fieles el 19 de septiembre, aniversario de la muerte de Genaro. Ese día la sangre de las ampollas se licua de forma prodigiosa, hecho que es tenido como muestra de su protección sobre la ciudad. Entre los sucesos más importantes que se atribuían a la intermediación de San Genaro figuraba la curación de la epidemia de peste de 1526 y la milagrosa salvación de Nápoles de la erupción del Vesubio en 1631. Justamente ese papel protector fue ensalzado por el napolitano Andrea Vaccaro en esta visión apoteósica de su patrono.
Su educación artística, tradicionalmente atribuida a Gerolamo Imparato (act. 1573-1621), tuvo lugar en su propia ciudad natal dentro del más estricto naturalismo caravaggesco. Esta corriente dominaba Nápoles en sus años juveniles tras el paso de Caravaggio por la ciudad y el establecimiento en ella de algunos de sus mejores seguidores como Giovanni Battista Caracciolo (c. 1578-1635) y José de Ribera. Después de viajar a Roma atemperaría su estilo con las formas elegantes y el colorido vivo del clasicismo boloñés, obteniendo una personal y exitosa fórmula con ecos evidentes de artistas como Guido Reni o Massimo Stanzione (1585-c. 1656 o 1658), que también trabajaron en Nápoles. A ello sumó la experiencia naturalista, alcanzando un refinado equilibrio, amable y muy adecuado para los temas piadosos, que fue muy demandado por sus conciudadanos y los mecenas españoles. Muchas de sus obras, enviadas por los virreyes, acabarían en las colecciones nobiliarias de la metrópoli, donde también gozó de gran fama en los siglos XVII y XVIII.
En esta representación del santo napolitano por excelencia Vaccaro desplegó esa particular fusión de lo vernáculo con la estética boloñesa. Así la composición, con el santo ricamente caracterizado como obispo y una corte de angelillos transportándolo entre nubes con sus atributos, es heredera del cuadro del mismo tema pintado hacia 1635 por Ribera para el convento de Agustinas de Monterrey en Salamanca. El artista buscó una imagen al tiempo triunfal y mesurada, en contraste con las vertiginosas ascensiones celestes que el pleno barroco estaba imponiendo. La contundente presencia del santo, pesada y voluminosa, domina por completo el pequeño bullicio de unos ángeles de anatomías no menos robustas. El suave y delicado movimiento de las manos y los ojos explica las razones por las que el santo alcanza la gloria; su mirada extasiada a la luz que rompe el celaje y la mano izquierda reposando sobre el corazón aluden a su entrega a Dios por la que acabaría siendo martirizado. Éste es simbolizado por las dos redomillas con su sangre hacia las que dirige el otro brazo.
El prodigio es descrito con una austeridad cromática propia del Vaccaro maduro, quien firma orgulloso con sus iniciales doradas. El escenario que deja en tierra es la propia ciudad de Nápoles, mostrada con minuciosidad para transmitir puntualmente su aspecto de urbe populosa y rica, con su gran puerto, su apretado caserío y sus grandes hitos monumentales. Se escenifica así el vínculo entre San Genaro y su ciudad, a la que protege desde la misma bahía (Texto extractado de Aterido, A. en: Italian Masterpieces. From Spain`s Royal Court, Museo del Prado, 2014, p. 148).