Estudio de desnudo femenino
Hacia 1858. Lápiz sobre papel amarillento, 438 x 285 mmNo expuesto
Además de ser uno de los más bellos desnudos femeninos dibujados por Rosales en toda su vida, es éste uno de los más claros testimonios de la rigurosa disciplina académica con que el artista abordó su primer cuadro de composición propia, y por tanto de muy especial empeño, "Tobías y el ángel" (Museo del Prado, P04620), en el que debía demostrar sus adelantamientos como artista asimilados en su etapa de estudiante y perfeccionados durante su estancia en Italia. En efecto, tras la concreción definitiva del diseño del arcángel, alcanzado tras un largo proceso de elaboración conceptual de la escena bíblica, había llegado para el artista el momento de trabajar pormenorizadamente este personaje, siguiendo el método de análisis de la figura humana aprendido en sus enseñanzas académicas, adoptado por lo demás desde los grandes maestros del Renacimiento, a los que Rosales tanto veneraba. Así se dispuso a analizar separadamente la anatomía andrógina del ángel a partir de este espléndido desnudo femenino, para cubrirlo posteriormente de sus vestiduras, estudiadas en repetidos ejercicios de paños, también resueltos dentro del más riguroso acabado académico, y de especial atractivo plástico. En este dibujo Rosales define con detalle el cuerpo desnudo de una mujer en la misma posición que tendrá el ángel de su cuadro final, con la cabeza baja, semblante agradable y sonriente, en actitud de acoger al joven Tobías, cuya cabeza apenas define con repetidos rasguños del lápiz, extendiendo su brazo izquierdo para señalarle el pez en el agua, cubriéndole así elegantemente el sexo. El cuerpo femenino está visto por Rosales con ojos francos y directos, que muestran la anatomía de una mujer real, aunque algo acentuada la definición de su musculatura. Insiste sus perfiles con trazos repetidos del lápiz y modela sus volúmenes con líneas paralelas y entrecruzadas, casi como un grabador, rasgo que será característico de sus estudios anatómicos, en lugar de utilizar el difumino. Todo ello da como resultado un desnudo académico sólido y monumental, pero tocado de una sensualidad sincera y natural, un tanto dulcificada por la belleza ideal del rostro de la modelo, de facciones delicadas y cabello largo y ondulado enmarcándole el rostro, de inmediato recuerdo rafaelesco. Una vez definida la anatomía y posición del arcángel en este espléndido dibujo, Rosales comenzará a estudiar el diseño de sus ropajes, que ya empieza a ensayar en el ángulo inferior izquierdo de este mismo papel, con un levísimo rasguño de la misma figura, vestida con túnica corta (Díez, J. L., Eduardo Rosales [1836-1873:] Dibujos. Catálogo razonado, Santander, 2007, p. 172).