Mujer al salir del baño
Hacia 1869. Óleo sobre lienzo, 180 x 90,5 cmSala 061B
En el interior de una estancia en penumbra, una mujer desnuda se inclina para secarse el cuerpo con un gran paño blanco, reflejándose en el agua del baño, que apenas asoma en el primer término. Detrás, un pesado cortinaje verde cae sobre una especie de baúl o banco corrido. Considerado con toda justicia como el más hermoso desnudo de toda la pintura española del siglo XIX, el presente lienzo es quizá el testimonio más elocuente de la revolucionaria modernidad que supuso la personalidad de Rosales en el panorama artístico español de su tiempo, y que hubiera merecido un protagonismo sobradamente destacado en la vanguardia de los artistas europeos de la época si su fulgurante carrera no se hubiera visto tajantemente cercenada por su muerte prematura.
En efecto, sobrepasando con creces el carácter de apunte inacabado de un mero estudio académico, en realidad ha de tratarse de un esbozo voluntariamente non finito por el artista, realizado con un inusitado atrevimiento plástico en la plena madurez de su carrera, en el que Rosales es ya dueño absoluto de sus plenas facultades como pintor, mostrando con toda su vehemente plasticidad su lenguaje pictórico más sincero y atrevido, a la busca de la máxima capacidad expresiva de la pura pintura. Así, resuelto con una paleta extraordinariamente sobria y reducida, a base de rosáceos y carmines contrastando con los tonos verdosos tan característicos de su obra, Rosales saca el máximo provecho de la materia pictórica, combinando zonas de empaste generoso con otras en las que asoma la preparación grisácea, junto a fragmentos como el cabello, marcado con líneas incisas trazadas con la cantonera del pincel, mientras diluye los pigmentos para utilizarlos en otras partes del cuadro con la fluidez de una mera acuarela, hasta llegar incluso a dejarlo escurrir por el lienzo, en una osadía plástica verdaderamente asombrosa que no conquistará la pintura española prácticamente hasta la llegada de Sorolla.
Por lo demás, la propia sencillez de la composición, en la que el luminoso cuerpo desnudo de la modelo se encuadra perfectamente en su entorno espacial, sugerido con apenas unas líneas, muestra el asombroso salto conceptual que la figura de Rosales supone entre los pintores de su generación, y que marcó decisivamente el camino de sus contemporáneos españoles hacia la pintura moderna.
Pintado en Roma en un solo día y fechado en 1869, al parecer posó para él la modelo Nicolina, habitual del pintor, si bien su figura guarda una estrechísima relación formal -verdaderamente sorprendente-, en su postura y modelo anatómico, con la escultura del alemán Reinhold Begas (1831-1911) titulada Bañista, realizada en 1861 también en Roma, lo que, al menos, no parece sugerir una dependencia de ambas obras de un modelo común (Texto extractado de Díez, J. L. en: El siglo XIX en el Prado, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 211-212).