Fundación de Santa María Maggiore de Roma. El sueño del patricio Juan
1664 - 1665. Óleo sobre lienzo, 231 x 524 cm.Esta obra y su pareja, El patricio revela su sueño al papa Liberio (P995), se cuentan entre las obras más renombradas de Murillo. Los dos medios puntos estaban destinados a colocarse bajo la pequeña cúpula de la recién remodelada iglesia sevillana de Santa María la Blanca en 1665, y en ellos Murillo representa la historia de la fundación de la basílica romana de Santa María Maggiore. Para ello se basa en la sucinta información que proporciona el Breviario Romano sobre la festividad de Santa María de las Nieves (Sancta Mariae ad Nives), que se celebra el 5 de agosto (lectio 5, 6 y 7). Esto lo sabemos por un texto de Torre Farfán -que fue impreso- sobre los actos con que se celebró la reinauguración de Santa María la Blanca (1666, f. 4v). Es posible que Murillo se basara también en la versión, más prolija, que da de estos hechos Pedro de Ribadeneyra en su Flos Sanctorum, en la entrada correspondiente al 5 de agosto. La iglesia parroquial de Santa María la Blanca era una capilla dependiente de la administración catedralicia, lo que explica el especial interés que mostró por ella el canónigo Justino de Neve. Remodelada para honrar a la Inmaculada Concepción después de que en 1661el papa Alejandro VII promulgara la constitución apostólica Sollicitudo omnium Ecclesiarum, en la que se declaraba que la Virgen María estaba limpia del pecado original, Santa María la Blanca estaba a un paso de la vivienda de Justino, y además la advocación de Virgen de las Nieves, nives en latín (y neve en italiano), tenía una estrecha relación lingüística con el apellido familiar. Con respecto a la iconografía de esta pintura, se representa al patricio romano Juan (Joannes) y su esposa, cuyo nombre no se indica en el Breviario Romano, quienes deseaban entregar sus riquezas a la Virgen María. Una calurosa noche de agosto, mientras dormían, se les apareció a ambos la Virgen y les dijo que debían construir una iglesia en un lugar que encontrarían cubierto de nieve. Esta visión se la contaron al papa Liberio (352-66) -al que Murillo representa con los rasgos de Alejandro VII-, y el día 5 de ese mes tuvo lugar una solemne procesión a una zona de la colina del Esquilino en la que había nevado milagrosamente, lo que indicaba el sitio en que debía erigirse el templo (in eo locum Ecclesiae designavit). Allí se construyó por tanto, a expensas del patricio y su esposa, la entonces llamada Basílica Liberiana, que fue la primera iglesia de Roma dedicada a la Virgen.
El sueño del patricio Juan, que debió estar situado en el lado derecho de la cúpula mirando desde la nave hacia el altar, representa a la pareja durmiendo en su habitación. Muy discreto con respecto a su intimidad conyugal, Murillo evita mostrarles en el lecho. Ambos están completamente vestidos, y Juan, que calza unas zapatillas, está sentado en una banqueta y echado para atrás, apoyando el codo en una mesa en la que ha dejado un libro de buen tamaño; su esposa, está sentada en un amplio cojín rojo, y descansa la cabeza en la cama. Ha dejado la cesta de costura junto a la puerta, y a sus pies duerme su perrillo faldero. Ambos visten a la manera contemporánea, pues Murillo no pretende en ningún momento situar la historia en la Roma antigua. La composición se basa en una potente diagonal que se hunde en la oscuridad de la estancia: a la derecha, Juan está fuertemente iluminado, pero su mujer, en el centro y más atrás, está en penumbra. Desde lo alto, en un rompimiento de luz dorada, los contemplan con benevolencia la Virgen y el Niño. María extiende el brazo derecho hacia la izquierda, y en esa misma dirección vuela su túnica; el dinamismo de su figura contrasta radicalmente con los cerrados contornos de los durmientes mortales. Por la puerta que se abre tras la pilastra, la Virgen señala la colina nevada en la que ha de edificarse la nueva basílica. De especial sutileza es el juego cromático que abarca toda la superficie del lienzo, en especial la relación entre rojos, carmines y lacas. Los dos tonos rojos del mantel que cubre la mesa se repiten en la falda de la esposa del patricio y en el cojín en el que está sentada. Los delicados blancos y amarillos del paño que hay sobre la mesa resuenan en la vestimenta de Juan, y de nuevo en el vestido y el velo de la Virgen (Texto extractado de Finaldi, G.: Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad, Museo Nacional del Prado, 2012, pp. 102-103).