La Virgen con el Niño
1655 - 1660. Óleo sobre lienzo, 151 x 103 cmNo expuesto
La Virgen, sentada sobre un banco de piedra, está envuelta en amplios ropajes que se recogen entre sus piernas y cubre sus cabellos con un velo. El modelo femenino es el habitual en Murillo, el de una joven, en la plenitud de su edad, aquí ligeramente mayor que en otros ejemplares; en su rostro, de rasgos delicados, hay una expresión ausente hacia el espectador. El Niño, regordete, apenas cubierto por un paño que su madre sujeta con la mano, está sentado sobre una de las rodillas de la Virgen e igual que ella dirige su mirada hacia el frente, mientras una ligerísima aureola que le rodea los mechones del cabello habla de su origen divino. El pintor hace surgir ambas figuras desde un fondo neutro oscuro, iluminándolas casi con violencia para modelarlas, hacerlas destacar y, a la vez, conseguir diversas tonalidades en los colores del manto de María. La composición es equilibrada, estable y monumental. La iconografía de la Virgen con el Niño como cuadro independiente no es muy frecuente en la pintura española a pesar de la devoción mariana que se respira en el país. El tema, introducido aquí por pintores flamencos e italianos, cuenta con escasos ejemplos antes del siglo XVII y generalmente son de pequeño formato. Es, en cambio, entre los pintores andaluces cuando adquiere mayor desarrollo, y son Zurbarán y Alonso Cano quienes lo frecuentan, eso sí, en contadas ocasiones y en la etapa de su madurez. Murillo, en cambio, realiza numerosos ejemplares, algunos datados en un momento relativamente temprano de su producción, en torno a los años cincuenta del siglo. Une a esta representación el sentido devocional, en el que está implícito el sentimiento religioso contemporáneo con el naturalismo al uso, que le hace valorar la belleza femenina y la ternura y gracia infantiles. Los modelos y también las composiciones habrán de ser copiados e imitados durante mucho tiempo después. En atención a la calidad de la obra y a las diferencias existentes entre esta composición y otras del mismo tema, Angulo, aunque la recoge entre las obras autógrafas, se pregunta si este lienzo no sería de mano de algún temprano y buen discípulo del maestro. Se ha creído pintado en la década de 1655-65 por Mayer y por el propio Angulo; Muñoz reduce la posibilidad de la ejecución en cinco años, entre 1655-60 y Curtis opina que pertenece a la segunda manera del pintor (Texto extractado de Orihuela, M. en: Pintores del reinado de Carlos II, Museo del Prado, 1996, p. 98).