La Virgen de la leche
Hacia 1565. Óleo sobre tabla, 57 x 40 cm. No expuestoEsta obra y la que tiene el número de catálogo P7948 escenifican una recatada visión de la Virgen de la leche, una referencia al auxilio de la Virgen a todos los creyentes. Morales diseñó una composición en la que se evita la representación del pecho desnudo de María, o la lactancia explícita del pequeño. María sostiene con ambas manos al Niño, que busca el consuelo materno: con una mano levanta el velo y con la otra palpa el seno pudorosamente tapado. Las posibles fuentes compositivas tomadas por el artista se han vinculado a la disposición del Niño, situado de espaldas al espectador y en diálogo gestual muy cercano con María, y puede tener su modelo en una estampa de Alberto Durero (1471-1528), la Sagrada Familia de la libélula, de hacia 1495. También se ha señalado la relación con el bajorrelieve de alabastro de la Madonna con el Niño, atribuido a Desiderio da Settignano (h. 1428-1464), que guarda la catedral de Badajoz.
Las numerosas versiones que de la composición de Morales han llegado hasta nosotros ponen en evidencia la gran aceptación de la imagen, un delicado objeto destinado a las devociones privadas que se emparenta con los iconos marianos de tradición bizantina. En Londres se guarda la versión más pequeña, realizada también en roble y con un tratamiento pictórico muy similar, cuidando los detalles menudos del cabello, las transparencias del velo o las suaves transiciones de luces y sombras. La tabla inglesa presenta la mano izquierda de la Virgen de la misma manera que la de la antigua Colección Bosch: descubierta, sin sobreponer ningún fragmento de la sábana que cubre al Niño y con los dedos extendidos hacia arriba. En estas del Prado, al igual que en casi todas las versiones conocidas, los dedos se dibujan ligeramente arqueados hacia abajo, además de caer una parte de la sabanilla del Niño sobre esa mano.
Gaya Nuño, que no conoció el ejemplar que fue de la colección Garriga, destacó la versión del Prado procedente de la colección real, a la que consideró como la cabeza de serie y la más afortunada en su sencillez. Presenta un cuidado dibujo con detalles muy sutiles en la descripción de todos los elementos que conforman la pintura. La sabanilla del Niño tiene un dibujo más complejo y un característico sombreado en tonos azules, muy bellos en su trazado. El color de la túnica es de un tono amarillo anaranjado, más pálido que el del resto de las versiones conocidas. Fernando Marías la describió como pintura encantadora y conmovedora que busca la empatía del espectador, pero en la que se ha introducido un pensamiento premonitorio de las causas y destino de la humanización de Cristo [...]. Es quizá uno de los mejores ejemplos del arte de Morales en la descripción del pormenor y la expresión de un temple sentimental (Texto extractado de Ruiz, L.: El Divino Morales, Museo Nacional del Prado, 2015, pp. 93-94).