Paisaje con un anacoreta predicando a los animales
1637 - 1638. Óleo sobre lienzo, 161 x 235 cmNo expuesto
Se trata de una de las pinturas más difíciles del conjunto del Retiro, pues ha suscitado dudas sobre el autor del paisaje, de la figura, de los animales y la identidad del anacoreta. En realidad, la única que ha encontrado una respuesta satisfactoria de todas estas cuestiones es la relativa al autor del paisaje, que se atribuye sin dudas a Dughet. Sin embargo, el camino para llegar a esta conclusión ha sido largo y debatido. Se cita en la Testamentaría de 1701, pero sin mencionar al autor. Aunque en los antiguos inventarios reales y en los primeros del Museo se atribuía correctamente a Dughet, en el catálogo del Prado de 1854 se adjudicó a Poussin, atribución mantenida hasta 1949, cuando fue considerado de un discípulo. Fue Röthlisberger en 1961 quien apuntó por vez primera su correcta atribución, aceptada unánimemente por la crítica posterior. De hecho, Dughet es uno de los pocos paisajistas cuya participación en la decoración del Retiro está confirmada por fuentes contemporáneas como Filippo Baldinucci (1624-1697), quien menciona dos pinturas encargadas a este artista a través del marqués de Castel Rodrigo, embajador del rey de España en Roma.
Diversos autores han reconocido manos distintas para el paisaje (Dughet) o para los animales o el anacoreta, que en alguna ocasión se ha adjudicado a Poussin, cuya eventual influencia en esta pintura ha sido también objeto de debate. Tanto el estilo como la deficiente escala de ciertos animales permiten suponer la participación de otro artista para el que se han sucedido propuestas a favor de Jan Asselyn, Pieter van Laer, Jan Miel o un artista nórdico sin identificar.
La identificación del anacoreta es hoy bastante oscura, en parte como consecuencia de la ausencia de atributos que permitan identificarlo como, en términos generales, en todos los del Retiro. En distintas ocasiones ha sido identificado con San Martín de Tours, San Benito de Nursia o San Francisco, siendo ésta última la única historia en la que se recogen prédicas a animales.
La formidable campaña de adquisiciones de obras de arte organizada por el conde-duque de Olivares en los años cuarenta del siglo XVII para decorar los amplios espacios del palacio del Buen Retiro de Madrid incluía un número muy notable de paisajes. No podemos precisar cuántos de ellos, poco menos de doscientos, fueron comprados en Flandes o en España, ni cuáles procedían de colecciones particulares o de otros Reales Sitios, pero podemos establecer con certeza, gracias a las obras que se conservan en el Museo del Prado y a los documentos localizados hasta la fecha, que el palacio del Buen Retiro se enriqueció con numerosos paisajes pintados para la ocasión por artistas activos en Roma.
Se encargó como mínimo, una serie de veinticuatro paisajes con anacoretas y una decena de paisajes italianizantes, obras de gran formato realizadas por diferentes artistas. Sólo una parte de estas pinturas han llegado hasta nosotros y en la actualidad se conservan principalmente en el Museo del Prado.
Encargadas entre 1633 y 1641 en Roma, estas pinturas de paisaje componían, una vez expuestas en el Buen Retiro, una temprana antología de ese nuevo pintar del natural que, en años venideros, exportaría a gran parte de Europa una nueva sensibilidad hacia los efectos lumínicos y la atmósfera de la campiña romana, lo que representaba uno de los muchos aspectos de la clasicidad (Texto extractado de Úbeda de los Cobos, A.: Roma: Naturaleza e ideal. Paisajes 1600-1650, Museo Nacional del Prado, 2011, p. 200; Capitelli, G. en Úbeda de los Cobos, A.: El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, Museo Nacional del Prado, 2005, p. 241).