Tomás de Iriarte
Hacia 1785. Óleo sobre lienzo, 82 x 59 cm. Sala 089Joaquín Inza, pintor falto aún de un estudio en profundidad que permita calibrar su papel y trascendencia en el panorama artístico español de la segunda mitad del siglo XVIII, está valorado fundamentalmente por los numerosos retratos que realizó de la familia real, aristócratas e intelectuales de la época, habiéndosele calificado como pintor estimable pero discreto, de estilo preciso y sobrio aunque un tanto seco de dibujo y frío de color, con influencia de la obra de Anton Raphael Mengs en la lisura y apariencia esmaltada de su pintura.
Este retrato del poeta, dramaturgo y compositor canario Tomás de Iriarte (1750-1791) carece, sin embargo, del envaramiento y rigidez que se atribuyen a las creaciones más tempranas del artista. Aunque mantiene la pincelada apretada y lineal, especialmente en el rostro y encajes, así como una composición tradicional dentro del género, muy distinta de la que algunos años después llevará a cabo Francisco de Goya en el de su hermano Bernardo de Iriarte (Museo de Bellas Artes de Estrasburgo), demuestra seguridad de ejecución y, sobre todo, mayor naturalidad al captar al personaje. En este sentido, representa un paso más allá de los retratos que hizo en 1784 al VI conde de Fernán Núñez, en los que exhibe un interés superior por el detalle, así como la asimilación de las corrientes internacionales, preferentemente romanas.
Iriarte, que en el cuadro aparenta tener unos 35 años, se muestra ante un fondo neutro de tonalidades pardas, destacado fuertemente por un foco de luz que incide desde la izquierda. De algo más de medio cuerpo y en posición de tres cuartos, la cabeza gira hacia su izquierda para mirar directamente al espectador, con expresión franca y cercana, a su vez de singular vivacidad con la que el artista logra trasmitir la agudeza de ingenio que caracterizó al poeta ilustrado. Aparentemente sobrio en su concepción general, el retrato está plagado de significado, tratándose de un canto a los méritos y a la representatividad social que Iriarte había alcanzado en esas fechas.
Tocado con peluca grisácea que deja intuir la coleta, más oscura, cayendo por la espalda, viste casaca azul marino y chaleco rojo -en el que oculta su mano derecha según costumbre en la época-, ambos orlados con palmetas bordadas en dorado, además de corbata y puños de encaje blanco, indumentaria que corresponde al uniforme protocolario de su cargo de archivero del Supremo Consejo de la Guerra, que ocupó desde 1776. En el ángulo inferior izquierdo, sobre una mesa, aparecen un tintero con dos plumas, un pliego de papel y un libro, atributos alusivos a su celebrada vocación como traductor, poeta y dramaturgo, mientras que su gran pasión por la música se evidencia a través del libro sobre el que apoya su mano izquierda, titulado en el canto: La Música, poema, composición didáctica que publicó en 1779 y que le valió un inmediato reconocimiento internacional. De igual modo, el anillo que luce en el dedo meñique posiblemente sea una referencia al apodo de Camafeo con que le bautizó su amigo el marqués de Manca, D. Manuel Delitala, debido al gesto con que el canario acompañaba su ejecución al violín.
Obra de madurez, puede considerarse el mejor retrato conocido pintado por Inza. Es, también, la imagen más difundida sobre el poeta; sobresale la reproducida en grabado por Manuel Salvador Carmona en 1792, poco después de la muerte de Iriarte y sin duda como homenaje, tal como revela la figura llorosa de Tánatos apagando la tea de la vida del malogrado poeta que aparece en la cartela, la cual, además, proporciona la adscripción indiscutible de la obra al incluir el nombre del pintor y del personaje representado (Texto extractado de Albarrán, V.: Portrait of Spain. Masterpieces from the Prado, Queensland Art Gallery-Art Exhibitions Australia, 2012, p. 192).