Alegoría de la Fama
Hacia 1775. Óleo sobre lienzo, 112,5 x 110 cm. No expuestoTan singular composición, fechable en 1775, pertenece al periodo de plenitud del siglo XVIII, aunque ya en una etapa que en términos estéticos vive el momento declinante del Barroco, que se diluye en su fase postrera. Su concepción decorativa muestra los ecos refinados del rococó aun cuando extraiga muchas de sus formulaciones del repertorio anaglífico del Renacimiento maduro, convenientemente pulido, cuando se reelaboran muchos de los motivos recuperados de la tradición ornamental romana; por lo que en esta obra se observan múltiples referencias que aparecen en el multiforme mundo de la tapicería, bien en las riquísimas cenefas, bien en las áreas centrales de los paños, según las escuelas y las épocas.
El asunto principal lo protagonizan un amorcillo y una oca encima de la cual el primero cabalga, asentados ambos sobre una repisa con un frente orlado de ovas, de apariencia pétrea pero que flota teóricamente en el aire. El gracioso personaje, de reducidas proporciones, si se compara con su montura y en relación con el resto de la tela, se muestra desnudo, con un par de alas y gesticulando mientras mantiene en la mano derecha una larga trompeta natural, instrumento musical que simbólicamente se vincula a la iconografía tradicional de la alegoría abstracta definidora del renombre, cuya idea pretende reproducir; en la izquierda agita una laurea, que completa la alegoría. El fondo de la composición es de color azul profundo y sobre él, aparte de la peculiar pareja atrás mencionada -el vital y pequeño ser alado y el palmípedo blanco de configuración casi heráldica por su imperturbabilidad- se aprecian numerosos elementos que pueden adscribirse al mundo de los ornamentos habituales de la civilización occidental: roleos, cintas, zarcillos, arabescos, hojas, un ramillete en la parte superior y dos guirnaldas en la base.
El esquema compositivo evidencia la facilidad de Castillo para imaginar adornos, aderezos y galanías, de efectismo ligero y agradable, a fin de lograr un resultado decoroso, coherente, armónico y bien paramentado. Pertenece a una serie de seis obras con asuntos diferentes pero concepción similar que representan, aparte de esta obra, a la Pintura, la Arquitectura, la Aritmética, la Música así como la Astronomía. Como es natural, observando sus pormenores, se advierte que todas se llevaron a cabo con la misma finalidad.
Todos estos cartones se realizaron para ser reproducidos en sus correspondientes tapices de la Real Fábrica de Santa Bárbara, de Madrid, destinándose a la decoración del gabinete de la Princesa de Asturias en el Palacio Real del Pardo (Texto extractado de Luna, J. J.: El bodegón español en el Prado. De Van der Hamen a Goya, Museo Nacional del Prado, 2008, p. 130).