Aparición de Cristo Salvador a santa Teresa de Jesús
1629. Óleo sobre lienzo, 99 x 43,5 cmNo expuesto
Este cuadro y su compañero con la Aparición de Cristo crucificado a santa Teresa de Jesús (P8152) representan dos aspectos de la personalidad de santa Teresa. Esta pintura describe una de las visiones que proporcionaron fama de santidad a Teresa, a quien vemos arrodillada ante la aparición de Cristo resucitado. Ese encuentro aparece narrado en Las moradas, una de sus obras más difundidas. Allí (Morada VII, cap. II) afirma que se le representó el Señor, acabando de comulgar, con forma de gran resplandor y hermosura y majestad, como después de resucitado, y le dijo que ya era tiempo de que sus cosas tomase ella por suyas, y Él tendría cuidado de las suyas. Teresa se sirve de la descripción de ese encuentro para definir cómo se operó en ella el paso desde la unión espiritual al matrimonio espiritual, un dato importante para precisar el origen de estas dos obras. Desde que ambas se incorporaron a los estudios sobre Alonso Cano, en 1955, se llamó la atención sobre la posibilidad de relacionarlas con el retablo de Santa Teresa del convento carmelita de San Alberto, en Sevilla. Su decoración fue contratada por Alonso Cano en noviembre de 1628, y en el contrato se especificaba el tema de varias de sus pinturas. Aunque no se había podido asociar directamente el asunto de ninguna de estas dos obras con las escenas que aparecen en el contrato, si entendemos que, desde el punto de vista carmelita, la aparición de Cristo resucitado a santa Teresa equivale al matrimonio místico entre ambos, es posible ya establecer esa asociación, pues una de las pinturas que Cano se comprometía a realizar tenía como asunto el desposorio de Cristo y santa Teresa de Jesús. En cuanto a su compañera, sería uno de los cuadros cuyo tema no especificaba el contrato, y que se dejaban a la elección del padre Francisco de Ortega. Ambas obras destacan de manera especial por ser anteriores a 1638, el año en que el artista abandonó Sevilla para establecerse en Madrid. En esas primeras décadas de su carrera, Cano desarrolló un estilo muy distinto al que cultivaría tras su marcha de Sevilla, y que se caracterizaba por el peso tan importante que tenía en él la técnica descriptiva y la iluminación naturalistas (Texto extractado de: Memoria de Actividades 2013, Museo Nacional del Prado).