El Príncipe de Asturias, futuro Carlos IV
Hacia 1765. Óleo sobre lienzo, 152,5 x 111 cmSala 022
La presencia amable y poco solemne del futuro monarca Carlos IV -reinaría entre 1788 y 1808-, en una imagen muy alejada de las preocupaciones y dificultades de su futura etapa como soberano, evoca las de otros personajes de las dos dinastías que reinaron en España desde comienzos del siglo XVI -Casas de Austria y Borbón-, para quienes el ejercicio de la caza era uno de los entretenimientos más frecuentes. Cuando sirvió de modelo a Mengs, el joven príncipe tenía dieciocho años de edad -había nacido en el reino de Nápoles en 1748 y fallecería, también allí, en el exilio en 1819- y su expresión resulta serena y distendida, como corresponde al momento escogido para retratarle. Su porte, esbelto y elegante, es un claro testimonio de la tendencia a la adulación que Mengs aplicaba a sus retratos de corte, sin llegar al exceso. El príncipe de Asturias está caracterizado con casaca gris y chaleco, calza botas altas de color negro, cruzan su pecho las bandas de las órdenes del Saint-Esprit y de San Genaro y exhibe la insignia del Toisón de Oro cerca del corazón. Con la mano izquierda sujeta la escopeta mientras con la derecha coge un tricornio. A su lado, le acompaña el perro de caza. Un panorama boscoso con venados, al fondo, oculta el horizonte.
Mengs, conocedor de todos los recursos, tanto escénicos como representativos, realza al personaje mediante una técnica depurada que alcanza calidades de esmalte en el cromatismo y de miniatura en los diversos motivos, desde los detalles de la indumentaria e insignias, hasta la atmósfera y los fondos que sirven de sencillo entorno natural para subrayar la práctica de la caza. Este retrato formaba pareja con el de su esposa, la princesa de Asturias, María Luisa de Parma.
Se conocen numerosas réplicas e interpretaciones del retrato del joven Carlos IV, tanto en el Museo del Prado (P2206) como en los fondos del Museo de Versalles (MV 3872, óleo sobre lienzo, 130’1 x 98’4 cm) y en distintas colecciones particulares. Existen referencias a la autoría de Francisco Bayeu, protegido de Mengs, en alguna de esas copias. Fue también habitual la participación de pintores ajenos al autor del modelo en la réplica de los retratos de la familia real. Su cometido era atender los distintos encargos de obras de este género solicitados por las cortes europeas de la época, preocupadas por establecer alianzas matrimoniales entre las familias reinantes, de manera que el intercambio de retratos suponía el paso previo a las tareas diplomáticas en la elección de consortes (Texto extractado de Luna, J. J. en: El Prado en el Ermitage, Museo Nacional del Prado, 2011, pp. 174-177).