El gran día de Gerona (19 septiembre de 1809)
Hacia 1890. Óleo sobre lienzo, 306 x 303 cm. Depósito en otra instituciónEsta obra es quizá la de mayor calidad de cuántas pintó su autor, César Álvarez Dumont, pintor especialista, como su hermano Eugenio, en los temas de la Guerra de Independencia. Su iconografía se describe en el mismo texto que publicó el catálogo, que fue el punto de partida del artista para su obra: A las cuatro menos cuarto de la tarde rompe la señal de alarma la campana de la Catedral, resuenan las cajas por todas partes el toque de generala. En las calles y plazas la voz de ¡a las armas! ¡asalto a las brechas!... Refuérzanse las brechas atacadas con el mayor valor. Preséntase nuestro general acompañado del teniente de Rey de la Plaza con su Estado Mayor en la de Santa Lucía -por ser la más inmediata a su casa-; halla a su guarnición oponiendo al enemigo la mayor resistencia; anima a estos defensores; llegan al propio tiempo los refuerzos; da sus providencias; vuela a reconocer las demás y en todas -que fueron asaltadas a la vez- encuentra sus defensores establecidos, formándose el recinto de la plaza en una hoguera alimentada con el fuego de 130 piezas de artillería, furiosamente manejadas, expide sus órdenes. Las compañías de Santa Bárbara, formada por heroicas mujeres de la ciudad, prestaron eminente servicios, repartiendo cartuchos y socorriendo a los heridos con el desprecio de los mayores riesgos. El extracto se tomó de un manuscrito inédito titulado Dietario del sitio de Gerona en 1890 escrito por Juan Pérez Clarás, vocal de la Junta Gubernativa del Sitio, según declaró el autor en el boletín de inscripción para el catálogo.
La obra sufrió el recorte de dos franjas verticales, una a cada lado, lo que supuso una pérdida en anchura de 185 cm., desde los 488 que medía hasta la que ahora tiene. No obstante, lo esencial de la composición permanece y destaca igualmente la lucha, cuerpo a cuerpo, entre los defensores y los soldados franceses, a través de sendos grupos que sobresalen en el primer término de la composición, cuyo dramatismo aumentan los cadáveres de la parte inferior. La impresión de destrucción era más acusada en el estado original del cuadro, pues en la parte inferior de las franjas desaparecidas el artista había pintado, amontonadas, las piedras y escombros de las murallas, reforzando la composición en sus flancos. En segundo término, y junto a la heroica figura del general, que dirige la defensa, se ha perdido parte de la mujer que atiende a un herido, una de las aludidas por el texto de Pérez Clarás, así como el grupo de defensores a quienes se dirige el general para que entren en acción. La figura de Álvarez de Castro, colocada en el centro y en un plano superior dominando la escena, procura el apoyo que necesitan sus combatientes. Esta posición, la energía de su orden de mando y la difuminación de su figura debido al humo de las descargas, le hacen aparecer en otro orden de representación, como un héroe invulnerable casi inmaterial que enlaza en cierto modo con la tradición de las representaciones del apóstol Santiago en las batallas. El humo, unido al polvo de los escombros tiene importancia capital en la escena a consecuencia de la búsqueda de mayor verosimilitud por el artista.
Aunque hubo críticos que veían con claridad el progresivo descrédito de los cuadros de historia, que a partir de ese año tuvieron una presencia mucho menos importante, y apenas se refirieron a esta obra, en general, se destacó el valor de la composición, ciertamente difícil de resolver, y aun se señaló que no existía en ella el más mínimo barullo. Algunas reseñas le achacaron el movimiento exagerado, que resaltaba más debido al gran tamaño de la obra. Con todo, éste es el que corresponde a una escena de lucha cuerpo a cuerpo, y en esa veracidad, precisamente, destacó César, como su hermano Eugenio (Texto extractado de Barón Thaidigsmann, J., en: Álvarez de Castro y su tiempo: 1749-1810, Ministerio de Defensa, 2010, pp. 132-139).