El nacimiento de la Virgen
1603. Óleo sobre lienzo, 260 x 172 cmNo expuesto
En un interior palaciego, cuya intencionalidad religiosa está remarcada por la presencia de dos ángeles y del Espíritu Santo, se desarrolla la escena posterior al nacimiento de la Virgen, la cual está siendo aseada mientras santa Ana, su madre, reposa después del parto en un lecho cubierto por un dosel. Pantoja de la Cruz (h. 1553-1608), que siempre interpretó con absoluta fidelidad el ambiente cortesano, utiliza una entonación de recuerdo manierista, si bien en detalles de accesorios o de naturaleza muerta, como ocurre con los objetos del primer plano, gusta de experimentar con elementos naturalistas, introduciendo incluso efectos lumínicos contrastados que quizá deriven de su conocimiento de las obras venecianas existentes en la corte. La pintura que nos ocupa, junto con otro lienzo que representa El nacimiento de Cristo (P1039), fue realizada en 1603 a petición de la reina doña Margarita de Austria, esposa de Felipe III, cuya piedad y devoción a los temas marianos eran sobradamente conocidas. En el lateral derecho de la composición aparecen tres damas que tradicionalmente han sido identificadas con miembros de la familia de la propia reina. En la figura arrodillada que sostiene a la Virgen niña se reconoce a doña María de Baviera, su madre, quien casada con el archiduque Carlos, duque de Stiria, segundo hijo del emperador Fernando I, tuvo quince hijos. Las dos damas lujosamente ataviadas que se acercan desde la derecha y que acuden portando un lienzo y un canastillo con ropa respectivamente, han sido identificadas con dos de las hermanas de la reina, Leonora, novena hija de los duques, monja en el monasterio de Halá, situado en el Tirol, y Catalina Renata, cuarta hija del matrimonio, que estuvo prometida con Felipe III de España, fallecida en 1592. Algunos historiadores han sugerido la posibilidad de que esta segunda figura sea un retrato de María Cistierna, la tercera hija, princesa de Transilvania por su matrimonio con Segismundo Bathori y monja desde que enviudó, en 1613, en el mismo monasterio tirolés que su hermana Leonora. La presencia de miembros de la familia de doña Margarita, que también están representados en el Nacimiento de Cristo, se explica al ser ambos lienzos encargos directos de la reina al pintor. Por su cronología suponemos que Pantoja los realizaría después del fallecimiento de su hija, la infanta María, y cuando la reina se encontraba a la espera de un nuevo descendiente, quizá el heredero, y probablemente desease estar acompañada, aunque no fuese en persona, por algunos de sus allegados. Por otra parte, en la corte imperial alemana, de donde ella procedía, no era ninguna novedad la inclusión de retratos de la familia real en escenas religiosas; es posible, por tanto, que la reina conociera, desde antes de su llegada a España, algunos ejemplos de esta peculiar representación. Los dos lienzos estuvieron colgados en los muros del oratorio privado de doña Margarita en el palacio de Valladolid, que se encontraba situado junto a la capilla real. Después del traslado de la corte a Madrid, al parecer se colocaron también en el pasillo del oratorio que conducía a la capilla real del Alcázar, y allí se describen en el inventario realizado en 1700, con motivo de la muerte de Carlos II. Después del incendio del Alcázar, en 1734, fueron trasladados al oratorio de la Casa del Tesoro; posteriormente, en 1809, pasaron a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, desde donde llegaron al Prado en 1872 (Texto extractado de Orihuela, M. en: El retrato español en el Prado. Del Greco a Goya, Museo Nacional del Prado, 2006, p. 62).