Fiesta campestre
1647. Óleo sobre lienzo, 75 x 112 cmSala 077
Un grupo de lugareños danza al son de una gaita y una zanfonia en honor de una desposada que preside la mesa en un segundo plano, rodeada, aparentemente, por familiares o invitados de más edad. El fondo remoto de paisaje, donde se advierte una iglesia de alto campanario, lo anima un grupo de personajes distinguidos, uno de los cuales podría ser el archiduque Leopoldo Guillermo de Austria, gobernador de los Países Bajos españoles en nombre de Felipe IV. Antonio González Ruiz en el siglo XVIII hizo un cartón para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, utilizando los modelos de este lienzo de forma caprichosa; se conoce el tapiz resultante, que se conserva en el Palacio Real de Madrid, pero el cartón se da por perdido. Respecto del cuadro que aquí se estudia parece posible que se trate del número cien del palacio del Buen Retiro, que se inventaría en 1747: Un lienzo forrado en tabla del mismo autor de vara y tercia de largo y una vara de alto de diferentes banquetes y bailes de bamboches en quince mil reales, indicando que antes estuvo en las Casas Arzobispales. El rico cromatismo del cuadro está determinado por un azul acero luminoso y un blanco realzado por vigorosos toques rojos para el primer plano, mientras que las tonalidades de un rojizo castaño predominan en el segundo término.
El excelente modo de presentar, de manera vaporosa, el follaje de los árboles y el azul del cielo sembrado de nubes claras se corresponde hábilmente con la atmósfera general de alegría que se observa por doquier. En lo concerniente a diversiones populares del ámbito campestre, Teniers ha pintado con relativa poca frecuencia el mundo de las bodas de campesinos, si se tiene en cuenta el amplio repertorio de sus cuadros, puesto que únicamente se conocen cinco obras con tal asunto; una de ellas es la presente, ejecutada en 1637, en la que aparece la novia sin su esposo, sentada con el respaldo de una gran pieza de tela, sobre la cual, siguiendo la tradición, están colgadas las coronas matrimoniales, mientras los invitados, en torno a la mesa o bailando, se divierten. El genial Pieter Brueghel el Viejo fijó en su célebre Banquete nupcial (Kunsthistorisches Museum, Viena) rasgos similares, aunque con otro concepto, mucho más directo, plenamente satírico y menos decorativo; en consecuencia Pieter Brueghel el Joven, Jan Brueghel el Viejo y David Teniers se inscribieron en esta corriente produciendo piezas sumamente atractivas. Mientras que el mencionado cuadro de Pieter Brueghel el Viejo, así como otro de Teniers, fechado en 1637, hacen alusión, un tanto vulgarmente al erotismo, el deseo, la voluptuosidad y la situación de la novia en este contexto, el mismo Teniers en la presente pintura, diez años posterior a la precedente, siguiendo la evolución general de su trayectoria estética, se concentra más en destacar el espíritu festivo como una especie de bullicio alegre de la ceremonia sin aportar elementos o interpretaciones de carácter crítico o mordaz. Para este lienzo existe un dibujo preparatorio, muy abocetado, hecho a grandes rasgos (colección de J. Q. van Regteren Altena, Ámsterdam), que tomando los grupos de personajes, animados de un movimiento bien ritmado y extraordinariamente vivo, ofrece la primera idea de la composición (Texto extractado de Luna, J. J.: De Tiziano a Goya. Grandes maestros del Museo del Prado, National Art Museum of China-Shanghai Museum, 2007, pp. 258-259).