Jesús en casa de Anás
1803. Óleo sobre lienzo, 176 x 226 cmNo expuesto
Obra significativa en la carrera juvenil de José de Madrazo, al ser el primer cuadro de composición importante realizado por el artista durante su estancia en París como discípulo de David, también se trata, indiscutiblemente, de uno de los testimonios fundamentales y más tempranos de la pintura religiosa española del siglo XIX, además de uno de los lienzos de composición más interesantes del neoclasicismo español. Destacado desde las primeras biografías del artista como su primera obra de empeño realizada durante su periodo de aprendizaje parisino. José de Madrazo cita el cuadro en su Inventario manuscrito de 1835, entre las obras ejecutadas en París: ´´Jesús a la presencia del Pontífice Anás, cuando recive la bofetada; cuadro de composición original con muchas figuras, todas de medio cuerpo del tamaño natural, que pintó en París, para el S.r Rey D.n Carlos IV, actualm.te existe en el depósito de cuadros del R.l Museo de Madrid; pintado entre el 1802 al 1803´´, lo que rectifica la fecha de 1805 con que se ha venido datando el cuadro hasta fecha bien reciente.
La escena está ordenada dentro del más estricto rigor neoclásico en la disposición equilibrada de las figuras, situándolas a modo de friso en un mismo plano, muy próximo al espectador. Utiliza un canon de figuras de tamaño natural, que corta los personajes por las rodillas, algo extraordinariamente inusual en la pintura neoclásica de composición que, por la propia formulación teórica de esta escuela, muy rara vez renuncia a las figuras de cuerpo entero en la representación de escenas argumentales. Un esquema compositivo que depende directamente del clasicismo boloñés del siglo XVII, de autores como Guercino o Domenichino, recordando incluso composiciones muy semejantes de Luca Giordano.
Cristo, maniatado, comparece ante el sacerdote, que le interroga levantando el dedo índice de su mano derecha, mientras el sayón se dispone a abofetear al Nazareno tras su desafiante respuesta, cerrándose la composición por la derecha con la figura de un soldado que se sorprende ante la violenta reacción del guardián. Procede de Annibale Carraci el modelo ideal de la figura de Cristo, cuya serena belleza, de delicados cabellos rubios y rostro serio pero tranquilo, contrasta con la rudeza fiera y la mirada torva del sayón que se dispone a castigarle, concebido éste fundamentalmente como un alarde de estudio de anatomía, evocador por lo demás de la estatuaria clásica, tejiéndose entre estos dos personajes toda la tensión dramática de la escena. No obstante, la interpretación formal por José de Madrazo de esta escena en clave del más puro rigor neoclásico reviste el episodio evangélico de la sobriedad monumental de una escena de historia clásica romana, privándole así de toda la capacidad emotiva y piadosa inherente al género religioso, lo que lleva a Pantorba a calificar el cuadro de ´´rígido y seco´´.
A pesar del colorido cetrino de toda la composición, ante el que destaca el blanco inmaculado de la túnica de Cristo, al que el manejo caprichoso de la luz hace destacar de la penumbra de la estancia, sin oculta sin embargo el interés del pintor por expresar los diferentes sentimientos de los personajes que asisten a la entrevista, y que se adivinan tras sus semblantes contenidos (Díez, J.L.: José de Madrazo (1781-1859). Fundación Marcelino Botín, 1998, pp. 214-216).