La Virgen con el Niño en la Gloria
Hacia 1680. Óleo sobre lienzo, 221 x 150 cmDepósito en otra institución
La Virgen María está sentada, de tres cuartos hacia su izquierda, sobre un trono de nubes que apoya en una luna en cuarto creciente con sus extremos hacia abajo. Sostiene en sus brazos al Niño Jesús que, mostrado en escorzo hacia el espectador, bendice con su mano derecha. En torno a ellos, una Gloria de ángeles se distribuye formando un arco circular similar al que el artista utilizó en otras ocasiones, como la Inmaculada Concepción de la capilla Cybo en la iglesia romana de Santa Maria del Popolo (post. 1670), cuyo trono de nubes, fondo dorado y disposición de la luna en la parte inferior también son semejantes a los del cuadro del Prado.
La composición, de gran sencillez, está tomada de una estampa atribuida a Agostino Carracci, fechada hacia 1576-79, basada a su vez en otra de Domenico Tibaldi. Si bien, Maratti la convierte en una obra propia de su producción al otorgarle una apariencia solemne y serena, cargándola de significado, pues al variar el gesto de la Virgen, con la mirada baja hacia su hijo, más seria y reconcentrada en sí misma que las anteriores, y al incorporar el color rojo en su túnica, ha convertido la escena en una prefiguración de la Pasión de Cristo.
Carlo Maratti fue el pintor más importante del ambiente pictórico romano en la segunda mitad del siglo XVII. Contó con el patronazgo de varios papas y de influyentes familias aristocráticas, de los que obtuvo destacados encargos, dejando muestras de su producción en numerosas ciudades italianas. Asimismo, pintó algunos retratos de aristócratas ingleses de paso por Roma. Alabado por el teórico más reconocido del momento, Giovanni Pietro Bellori, desde su posición como Príncipe de la Academia de San Lucas, nombramiento que recibió en 1664, Maratti luchó por la defensa de los pintores y de la pintura, a la vez que ejerció un control sobre las directrices estéticas del momento, de forma que resulta imposible entender el arte italiano de épocas inmediatamente posteriores sin su figura.
Pintor correcto por excelencia, se le considera heredero de la tradición clasicista de Rafael y de los Carracci, que recibe a través de su maestro Andrea Sacchi, a lo que se suma la influencia de la obra de otros artistas como Guido Reni, Giovanni Lanfranco y Pietro da Cortona, dando lugar a un estilo personal inconfundible que, en su periodo de madurez, se manifestaría con extraordinario virtuosismo en la grandeza de composiciones, colorido armónico y elegantes figuras de facciones delicadas inspiradas en la estatuaria de la Antigüedad, lejos, sin embargo, del edulcoramiento presente en la obra de algunos de sus imitadores.
De su producción fueron especialmente célebres sus representaciones de la Virgen. El ejemplar del Museo del Prado procede de las colecciones reales; fue comprado a los herederos de Maratti en 1722, bajo el reinado de Felipe V, y desde 1727 se documenta en el palacio de La Granja de San Ildefonso (Segovia). En 1746 se sitúa en la pieza donde se decía misa antiguamente y a finales del siglo varias relaciones contemporáneas, como el Viage de España de Antonio Ponz (1787) o la Descrizione odeporica della Spagna de Antonio Conca (1793-1797), lo registran en la pieza tercera inmediata al cuarto de la reina. En el inventario de la testamentaría del rey Carlos III, fechado en 1794, se anota como de discípulo de Maratti, mientras que en 1857, cuando ingresa en el Real Museo, se tiene como copia del artista. En el catálogo del Museo de 1872 se le devuelve la autoría al pintor romano. Desde 1881 se encuentra depositado en la vecina iglesia de San Jerónimo el Real (Texto extractado de Albarrán, V. en: Italian Masterpieces. From Spain`s Royal Court, Museo del Prado, 2014, p. 118).