Lucrecia dándose muerte
Primera mitad del siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 70,5 x 57,3 cmDepósito en otra institución
La historia de Lucrecia, escrita por Tito Livio durante el reinado de Augusto, sirvió para explicar el final de la monarquía y la instauración de la República del Estado romano. La heroicidad descrita por el historiador en la actitud de esta dama, ante una situación de injusticia y deshonra, la convirtió en ejemplo del orgullo civil en Roma. Lucrecia, esposa del cónsul Colatino, estando este último ausente, fue violada por Sexto Tarquinio, hijo del rey Lucio Tarquinio el Soberbio. Si bien intentó resistirse, Sexto la amenazó con presentar su cadáver junto al de un esclavo para hacer creer que ambos tenían una aventura y así mancillar la imagen pública de su familia. Este consiguió su objetivo, pero al día siguiente Lucrecia se quitó la vida delante de su padre y su marido tras exigir venganza y gritar: "Ninguna mujer quedará autorizada con el ejemplo de Lucrecia para sobrevivir a su deshonor".
Esta narración tuvo una gran difusión desde su creación, siendo recogida en numerosas obras literarias y artísticas hasta la Edad Moderna, celebrada como paradigma de virtud. En un contexto cristiano, esta solo fue cuestionada por San Agustín -quien la culpabilizaría de matar con su acto también a su parte inocente-, pero no fue suficiente para evitar que sus retratos estuvieran presentes incluso en las colecciones de las monarquías católicas como exempla virtutis de la fidelidad y la honradez. Así lo demuestra este lienzo, atribuido hasta el momento al taller de Guido Reni, en el que Lucrecia está efigiada en el momento de su suicidio, cuando está hundiendo el puñal en su pecho. El cuadro perteneció a Gaspar de Haro y Guzmán, VII marqués del Carpio y de Eliche, quien demostró cierta predilección por el estilo de este artista boloñés al contarse en los inventarios de sus bienes más de dieciocho ejemplares. Posteriormente, fue adquirido por Isabel de Farnesio para las colecciones reales, encontrándose desde 1746 en el palacio de La Granja de San Ildefonso, y desde 1794 en el palacio de Aranjuez.
Sobre un fondo neutro de tonalidades grisáceas, destaca la palidez de la piel de Lucrecia, cuyas manos llaman especialmente la atención del espectador al estar una de ellas clavando con fuerza el puñal en el centro de su pecho, mientras que la otra lo descubre apartando su vestido, dando como resultado una contradicción muy atractiva entre la delicadeza de la joven y el terrible acto que está cometiendo. La carga erótica de este gesto se ve diluida al no presentar sus senos desnudos, como es habitual en otras versiones de esta iconografía, y además parece imitar la expresión de los personajes sagrados popularizados por Reni. En este sentido, la protagonista mira hacia el cielo con estoicismo, una mueca que especialmente en la producción de este artista se consolidó con el significado de la aceptación de un triste destino al estilo de los mártires cristianos. El Museo del Prado conserva otras obras de Reni que permiten ilustrar esta comparación, como puede ser el San Sebastián (P 211), imágenes que entroncaron perfectamente con el pensamiento contrarreformista.
Si bien este lienzo se tiene actualmente como copia de taller, los inventarios de las colecciones reales lo señalan desde su incorporación como original de Guido Reni. Tanto es así que en tiempos de Isabel de Farnesio se tasó en 1500 ducados, una cifra importante que aumentaría hasta los 6000 reales a su entrada en el Real Museo en 1834. Por otro lado, aunque se aprecian algunos rasgos extraños al estilo de Reni, existen concomitancias con otros lienzos de la etapa final de su carrera. Además, esta pintura solo podría considerarse como una versión simplificada de otras obras suyas, como la conservada en una colección privada de Suiza, al no conocerse un original con este modelo que permita definirla como copia. Precisamente, sería en sus últimos años cuando Reni realizara numerosos cuadros retomando sus propias composiciones, ejecutándolas de manera más rápida y con la ayuda de su taller. Se podría pensar que este fue uno de los lienzos llevados a cabo en ese momento, concluido quizás por uno de sus discípulos. Cabe destacar que en el siglo XVII se conservaba en las colecciones reales otra Lucrecia de Reni de mayores dimensiones, desaparecida como consecuencia de los daños sufridos en el incendio de 1734, de la cual los pintores del rey realizaron una copia (P225).
Japón, Rafael, 'Guido Reni (con la colaboración de taller). Lucrecia dándose muerte' En: El factor Prado: los depósitos del Museo Nacional del Prado., Museo de Bellas Artes de Asturias,, 2022, p.30-33 nº 3