Manuela de Errazu
1870 - 1871. Óleo sobre lienzo, 113 x 62 cm. No expuestoPrimogénita de los seis hijos nacidos del matrimonio de Joaquín María de Errazu con Guadalupe Rubio de Tejada, Manuela nació en 1839 en Querétaro (México), en el seno de una familia de origen español que amasó una gran fortuna vinculada al desarrollo industrial del país centroamericano. Cuando la joven contaba quince años, sus padres se instalaron en el barrio más exclusivo de París. Pese a algunas críticas como las de los hermanos Goncourt, que llegaron a referirse cruelmente y de forma infundada al color de la piel de Guadalupe para reforzar su desprecio por los Errazu como ejemplo del arribismo en la corte de Napoleón III, la familia se desenvolvió con completa naturalidad en los ambientes más ricos de Europa, adquiriendo sus refinadas costumbres. Así, Manuela fue buena clienta del famoso fotógrafo André-Adolphe-Eugène Disderi, y participó asiduamente en las selectas fiestas de la alta sociedad, como la que se celebró en las Tullerías en el carnaval de 1863 donde, junto con las princesas Troubetzkoy y Dolgorouki, protagonizó una celebrada quadrille des abeilles, en la que fueron acompañadas por jóvenes disfrazados de campesinos de los cuadros de Watteau. Consecuencia de su amplio protagonismo en la vida mundana del París del Segundo Imperio es la dedicatoria a Mademoiselle Emmanuelle de Errazu de una suite de valses para piano de Émile Waldteufel (1837-1915), titulada Manuelita. Manuela casó con el banquero José Domingo Irureta Goyena, amateur y buen amigo del famoso pintor Mariano Fortuny, lo que introdujo a la familia Errazu en el círculo del artista catalán y en el mundo del coleccionismo de arte. De este modo, Ramón Errazu -hermano de Manuela- entabló estrecha amistad con el cuñado y seguidor de Fortuny, Raimundo de Madrazo, que se convirtió en el retratista de la familia. Precisamente es el retrato de Ramón Errazu (P2614), una de las obras maestras de toda su carrera artística, al que siguieron los retratos de otros de sus hermanos, como el de María Concepción Errazu (colección particular), el del esposo de Manuela, un exquisito busto de pequeño formato (Sevilla, Museo de Bellas Artes) y otros de algunas de las amantes o amigas de Ramón, como la marquesa d`Hervey Saint-Denis (París, Musée d`Orsay) o la marquesa de Manzanedo (P2603), perpetuada en una espectacular tabla fechada en 1875 cuya tipología se reproduce a tamaño más reducido en este retrato de Manuela, pintado poco después sobre tela. La modelo posa de pie con las manos cruzadas, con un gesto de sencilla timidez. Su silueta se recorta ante un fondo verde brillante continuo que resalta su elegante vestido de gala azul y rosa adornado con volantes y encajes. Luce unos grandes pendientes de perlas -que lleva también en el retrato que le hizo Wssel de Guimbarda (Sevilla, Museo de Bellas Artes-) y en la mano derecha sujeta un abanico. La ejecución de la figura, con una prodigiosa técnica preciosista, prieta y extremadamente realista al modo de Fortuny, contrasta con las pinceladas sueltas y jugosas empleadas en las cortinas y la alfombra que le sirven de fondo. El modelo de este excepcional lienzo responde a los usos retratísticos de moda durante el Segundo Imperio francés, cuando precisamente el estilo de Fortuny gozó de mayor éxito. Es muy singular la adaptación de un modelo procedente de obras de aparato, normalmente de tamaño natural, a uno tan reducido como el que se emplea en esta pintura. Tanto la disposición de la figura en el espacio como la captación de la atmósfera que le rodea son, por otro lado, herederas de la tradición española que el pintor había conocido de forma privilegiada en el Museo del Prado -del que era director su padre-, lo que, junto a sus extraordinarias facultades para potenciar el discreto físico de la modelo, convierte a esta pequeña obra en una de las más representativas del estilo de Madrazo (Texto extractado de G. Navarro, C.: El retrato español en el Prado. De Goya a Sorolla. Museo Nacional del Prado, 2007, p. 156).