Retrato de una niña a la moda del siglo XVII
Hacia 1840. Óleo sobre lienzo, 111 x 73 cm. No expuestoEste cuadro forma pareja con un retrato de medidas semejantes, Retrato de un niño a la moda del siglo XVII (P03309). Ambos se inspiran en pinturas españolas del siglo XVII que durante el XIX se relacionaban con Velázquez. En el caso del niño, que aparece de pie ante un paisaje, su punto de referencia son los retratos del príncipe Baltasar Carlos, aunque el autor ha sustituido el arma de fuego que sostiene éste en su mano derecha por una fusta, y ha llevado a cabo variaciones significativas en la indumentaria. Para la niña ha sido mucho más fiel a un modelo concreto, que en este caso es uno de los dos retratos de niña del Museo del Prado (P01227 y P01228) que actualmente se atribuyen a José Antolínez (1635-1675) y durante mucho tiempo se consideraban originales de Diego Velázquez. De ellos, al que se mantiene más cercano es al primero de éstos, con el que coincide en la dirección de la mirada, el diseño del lazo o la posición de las manos.La que ahora comentamos es una versión muy cercana, aunque no literal, pues hay variaciones no sólo en los rasgos del rostro, sino también en la construcción de las mangas, que muestran más aberturas en el cuadro de Alenza. Pero los cambios más importantes tienen que ver con el formato, pues los retratos de Antolínez son de medio cuerpo, y éste es de cuerpo entero, para lo cual, Alenza ha prolongado el vestido mediante un guardainfante ante el que cae, a la manera velazqueña, un pañuelo blanco. La aproximación a la pintura antigua que ha llevado a cabo el artista en esta obra y su compañera no estriba sólo en la elección de trajes y composiciones, pues radica también en la técnica, que se ha adaptado a la escritura vivaz, libre y empastada de Velázquez y su escuela.
Las "niñas" de Antolínez y las imágenes de Baltasar Carlos figuraban entre las principales representaciones infantiles asociadas a Velázquez que se podían ver en Madrid, lo que justifica la elección de Alenza. De aquéllas se pensó que eran hijas del pintor hasta que Justi, en 1888, demostró lo contrario, y conservaron su atribución al maestro sevillano hasta la monografía de Beruete, publicada en 1898. El uso de este tipo de alusiones fue habitual entre los pintores españoles y extranjeros del siglo XIX, y se relaciona con un extendido gusto por disfrazar a los retratados y, sobre todo, con el creciente prestigio que Velázquez fue teniendo, primero dentro, y, más tarde, fuera de nuestras fronteras. Al tema fueron sensibles artistas muy diferentes, como, entre muchos otros, Federico de Madrazo, que para su retrato de Federico Flórez (P04452) se inspiró en los de Baltasar Carlos; Sorolla, que retrató a La niña María Figueroa vestida de menina; o Villiam Merrit Chase, que también tiene un retrato infanta (An Infanta. A souvenir of Velázquez, 1899, colección particular) inspirado libremente en las niñas de Velázquez. Más cercanos a Alenza en cuanto a estilo son algunos cuadros de Eugenio Lucas, como Infante con perro (colección particular), del que se ha dicho que sigue el ejemplo del madrileño (Texto extractado de Barón, J. en: El retrato español en el Prado. De Goya a Sorolla, Museo Nacional del Prado, 2007, p. 102).