Sócrates reprendiendo a Alcibíades en casa de una cortesana
1857. Óleo sobre lienzo, 278 x 226 cm. No expuestoLa obra es la más importante entre las que el artista realizó en Roma donde estuvo con pensión extraordinaria entre 1853 y 1858. El pintor la estudió con cuidado, según muestra el boceto preparatorio que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Murcia. En él se manifiesta la dependencia del asunto respecto del motivo clásico de la Juventud o Hércules entre la Virtud y el Vicio, sustituyéndose la habitual alegoría femenina de aquélla por la figura de Sócrates, que pasa de sujetar el brazo de Alcibíades en el boceto a interpelarle con ademán más didascálico que admonitorio en el cuadro definitivo, en lo que expresa la autoridad moral de Sócrates sobre el licencioso joven, tal y como la describe Plutarco en su Alcibíades.
El asunto había sido frecuente en el Neoclasicismo, pues mostraba el valor del ejemplo moral de un filósofo de la Antigüedad.
Su contención es patente en el equilibrio de la composición, el orden de planos paralelos al espectador, la corrección del dibujo y la suavidad, algo mortecina del colorido. La fidelidad casi arqueológica al pasado en tipos y detalles, que celebraron los críticos españoles, era un aspecto primordial en esta pintura, que se manifiesta aquí, ante todo, en los tipos. El rostro de Alcibíades recuerda al de Antínoo, tal y como aparece en el bajorrelieve de Villa Albani (Torlonia) en Roma, pero su postura, la piel de felino sobre la que se sienta y la corona de hojas de vid evocan la figura de Dionisos con Ariadna en las representaciones de vasos y mosaicos antiguos y aluden al motivo del vino que acaba de beber. La cabeza de Sócrates es la del conocido arquetipo antiguo del Museo Vaticano. Para la figura de la cortesana Teodota, el pintor se valió de un estudio que había hecho de cabeza femenina. (Murcia, Col. Particular), que pintó en 1855.
También tratan de ser veraces los detalles del mobiliario y de la ornamentación. En este Eros de inspiración praxitélica que preside la estancia de la lujosa casa deriva de la iconografía del Apolo Lacchaeus, al que el pintor agrega el arco y la venda, amén de la inscripción epigráfica. La enócoe de figuras rojas sobre el velador para servir el vino en la copa de bronce que sujeta Alcibíades y que alude al otro vicio que suscita la reconvención de Sócrates, se decora con una figura femenina relacionada con los inicios del primer clasicismo griego. El interior no es el de una casa griega, sino más bien romana antigua, como las que el propio artista había podido ver en Pompeya, si bien los motivos de grecas y palmetas y el orden dórico del patio hacen también referencia, en un sentido amplio, al mundo helénico.
El pintor envió la obra a Madrid, realizada como trabajo de pensionado, en 1858. El 14 de abril de ese año se expuso en la galería principal del Ministerio de Fomento. Poco después fue adquirida, por Real Orden de 10-V-1858, en 35.000 reales, con destino al Museo Nacional de Pintura y Escultura. Presentada luego a la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese mismo año, obtuvo una medalla de segunda clase.
La difusión de la pintura fue notable y a ella contribuyeron los grabados de Pedro Martí para la Revista valenciana Bellas Artes (1-VI-1858) y de Tomás Carlos Capuz, en madera, para la madrileña El Museo Universal (30-XI-1858). El crítico de esta última apreció la obra, que consideró de las mejores de la exposición: la figura del filósofo es digna, y su actitud conveniente; que la cortesana, cuya cabeza es preciosa en forma y expresión, tiene un color en la garganta y nacimiento del pecho que nada deja que desear; que su forma grandiosa y fina al mismo tiempo, revela un gran gusto y sentimiento del arte, nada común. (Texto extractado de Barón, J.; El vaso griego y sus destinos, Madrid: Ministerio de Cultura, 2004, pp. 370-371).