Hay un hecho que todos conocemos que fue la salida para guardar o resguardar las obras del Museo del Prado, concretamente además del Prado había otras, las colecciones de España o de otros museos y de la Iglesia. Hubo ese movimiento que fue trasladar las obras del Museo del Prado para sacarlas lejos del lugar de peligro que era Madrid. En eso hay dos posturas en cuanto a la seguridad. Una postura que dice lo siguiente, sacarlas fuera del sitio de la contienda, pues eso evidentemente era un motivo con razones; y otra que apuesta por lo contrario, no ponerlas en movimiento, si no en el mismo sitio guardarlas, en un sitio seguro. Ahí está la clave de todo. Las dos cosas son posibles y en distintos países en situaciones de guerra han actuado de una manera u otra. En el caso, curiosamente, en el caso nuestro, del Prado, cuando las obras se movilizaron, se guardaron en depósitos, etc. Levantadas como es lógico de las paredes, para saber qué es lo que hay que hacer ante la contienda, el Comité académico —eso se olvida mucho— responsable de esta cuestión durante la República —en la cual estaba Sánchez Cantón— determinó que la mejor forma era guardarlas en el Banco de España, que era una residencia más segura, protegida aunque le cayeran bombas, porque yo lo vi y me quedé asombrado de la imponente seguridad que tiene. En esa época yo me quedé sorprendido, es realmente asombroso. O sea, pueden caer las bombas que quieran, que aquello es una caja de seguridad imponente que me convenció cuando lo vi. Y en ese sentido estuvieron inclinados Julio y el Comité, pero los políticos, que no lo estaban, decidieron que las obras del Prado van con nosotros. Entonces fueron, no fueron de golpe si no que fueron de una forma lenta, fueron yéndose hacia Valencia —ya conocemos el periplo— y después ya llegaron hacia el norte, con tendencia a sacarlas de España, que es el motivo por las que son sacadas de España. Hay unos que dicen que era para estar más seguras en Francia, no sabemos, otros piensan que llevaban el mismo camino que el Oro de Moscú. Puede ser otro motivo, eso evidentemente no lo sabemos. Desde luego, la gente encargada de todo aquello hicieron una labor heroica, la gente responsablemente se movilizó al margen de los ideales políticos. Una cosa que no fue inmediata, fue lenta, meses y meses. Donde podría caerse en los siguiente peligros; que era una temeridad, para mí como conocedor del estado de las obras, que en esos caminos, se vean expuestas a un fenómeno que se llama la vibración de las obras de arte, esas tablas o lienzos moviéndose por las carreteras, la pintura se levanta, salta la pintura y debió de saltar. Nosotros cogemos una radiografía y vemos la pierna de Adán, por ejemplo, vemos la cantidad de trozos que faltan. El sufrimiento de las obras en ese periplo tuvo que ser grave. A pesar de la idea generalizada, que piensa ese periplo como un hecho heroico tanto desde el mundo conservador como desde el mundo liberal —o como le quieran llamar al mundo responsable de la guerra—, y lo consideran una salvación todo aquel periplo, pues yo no lo veo así, desde luego. Porque además las obras que se quedaron, no solamente en el Prado, guardadas en todas estas entidades, incluso en San Francisco el Grande, de colecciones privadas que hicieron bien en guardarlas, y de otros museos de Madrid, son obras, incluso la casa de Alba, que están intactas.
Consejero Técnico del Museo del Prado, se incorpora como conservador del departamento de Pintura Flamenca y Holandesa. También es catedrático de Historia del Arte Moderno y Contemporáneo en las Universidades Complutense y Autónoma de Madrid.
Entrevista realizada el 11 de junio de 2018