Cesta y caja con dulces
1622. Óleo sobre lienzo, 84 x 105 cm. No expuestoVan der Hamen concibió algunas composiciones para sus bodegones, de las que hubo múltiples versiones, que llegaron a ser tan famosas y a identificarse tanto con su nombre que quien las viera no podía dudar de quién eran. El maestro creó la mayoría de ellas antes de haber cumplido los veintiséis años y, a partir de entonces, ejercieron una influencia decisiva en la pequeña producción de bodegones de Francisco de Zurbarán, así como en las de muchos otros pintores de aquella época. La primera de estas famosas y definitorias tipologías fue la que podemos denominar Cesta, cajas y tarros de dulces. Este modelo compositivo, conocido desde hace mucho tiempo a través de una obra maestra que perteneció al fallecido Julio Cavestany, Marqués de Moret y padre de la investigación sobre el bodegón español, fue de hecho uno de los que el artista repitió y copió en mayor medida. Sus orígenes se remontan al período anterior a 1621 y, en este sentido, existe en una colección privada de Nueva York una versión firmada en 1620 que con seguridad es una composición precursora. No cabe duda de que esta pintura sigue los esquemas compositivos de Van der Hamen, si bien no es posible confirmar que la ejecución sea totalmente suya, ya que es muy diferente a la de las obras que realizaría un año más tarde. No obstante, tiene mucho en común con otras versiones relacionadas con el cuadro que poseyó Cavestany que, aunque están firmadas, fueron pintadas con un toque algo más seco. En el bodegón Tablero con cesta y cajas de dulces (1620, colección privada, Estados Unidos) se representan más elementos que en la obra del Prado Cesta y caja con dulces, procedente de la colección Cavestany. A pesar de su simetría y de compartir algunos de los componentes, la composición más antigua es mucho menos monumental, debido, en parte, al desorden de los objetos encima de la mesa.
La obra del Prado es una de las obras maestras del barroco español, ejerció un profundo impacto en la futura pintura de bodegón en España. Es una pieza central en la producción de Van der Hamen y en ella se evoca la virtud social de la hospitalidad, pues refleja el importante papel que desempeñó el arte de la confitería en la alta sociedad madrileña. La simetría arquetípica de la composición nos lleva a las más antiguas y asentadas tendencias de orden formal y jerárquico. No obstante, esta pureza y monumentalidad no se consiguieron de inmediato, sino que fueron el resultado de un proceso de refinamiento y destilación que llevó varios años al maestro. Durante este tiempo es evidente que Van der Hamen aprendió mucho del arte de Juan Sánchez Cotán, cuyos bodegones de austera y suprema elegancia, presentes en la colección real desde 1618, conocía bien. Aparte de la claridad del espacio compositivo, el rasgo más característico de su pintura es su toque chispeantemente vivaz cuando pinta los reflejos blancos del azúcar en los dulces y modula hasta el infinito la sustancia traslúcida de las frutas confitadas. Este virtuosismo permanecería como la rúbrica de su estilo que no sería fácil de imitar (Texto extractado de Jordan, W. B.: Juan van der Hamen y León y la corte de Madrid, 2005, pp. 85-89).