La Inmaculada Concepción
Hacia 1665. Óleo sobre lienzo, 165 x 110 cm. No expuestoSe trata sin duda, de uno de los ejemplos más logrados por su serenidad y exquisita belleza entre las numerosas Inmaculadas conocidas de este pintor. Su capacidad de inventiva se comprueba constantemente por el extenso repertorio de variantes que introduce en el tratamiento de este mismo asunto religioso, pues, aunque siempre están presentes los símbolos de la letanía mariana, las cabezas de los ángeles, sus agrupaciones o su mismo número nunca son idénticos. Representada su silueta agitada por un viento huracanado, que le permite dar rienda suelta a su imaginación para componer sus telas, consigue un efecto verdaderamente deslumbrante por su sentido dinámico y su ímpetu marcadamente barroco. El rostro de la Virgen, distinguido y distante, su ensimismamiento, así como los perfiles picudos o fusiformes, que en cierta forma denotan admiración por Cano, son elementos distintivos de su estilo más personal. La belleza de las flores, libérrimas en su técnica, los plateados destellantes y el emborronamiento de su factura expresan su gran fascinación por Velázquez, estimándose que su cronología no se encuentra lejana al año 1665 en que se fecha otra Inmaculada de Antolínez propiedad del Museo del Prado (P002443) (Texto extractado de Urrea, J.: Pintores del reinado de Felipe IV, Museo del Prado, 1994, p. 106).