La Vista y el Olfato
Hacia 1620. Óleo sobre lienzo, 176 x 264 cm. Sala 077Esta obra, junto con su pareja El Tacto, el Oído y el Gusto (P1404) son réplicas de dos cuadros perdidos pintados en Amberes para los Archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia. Fueron un regalo del Ayuntamiento a sus gobernantes, encargándole las obras a Jan Brughel el Viejo, que contó con la colaboración para la ejecución de doce pintores de dicha ciudad. Los originales se perdieron en el incendio del Palacio de Bruselas en 1731. De esta forma las obras de Madrid son un documento importantísimo para conocer el aspecto de los originales.
La composición guarda estrecha relación con la serie anteriormente realizada por Jan Brueghel el Viejo y Rubens en 1618 y que estaba en el Alcázar de Madrid. Las similitudes son claras en las alegorías de La Vista (P1394), El Oído (P1395) y El Gusto (P1397) de la primera serie con estos dos lienzos, donde vemos de nuevo una especie de cámara de maravillas, kunstkammer, con grandes colecciones de diversos objetos artísticos. Siguiendo el modelo precedente los cincos sentidos aparecen representados por cinco mujeres en diferentes actitudes y el escenario vuelve a ser un interior en el que aparecen numerosos objetos; pinturas, orfebrería, instrumentos musicales, esculturas, tapices... mostrando unas colecciones muy ricas y variadas, posiblemente las de los propios archiduques, cuyo emblema familiar aparece representado en el águila bicéfala de la lámpara. En este caso los sentidos aparecen juntos en un mismo lienzo, a diferencia de la serie anterior que consta de cinco tablas.
En La Vista y El Olfato vemos un interior plagado de pinturas en diferentes niveles, incluso apoyadas en el suelo y a la izquierda una galería con esculturas colocadas en línea reforzando la perspectiva de la composición que nos lleva a la puerta del fondo, única referencia exterior en este lienzo. La alegoría está representada por una mujer sentada en una mesa mirándose en el espejo que sujeta un Cupido, igual que en la serie anterior sustituyendo el espejo por un cuadro. La alegoría del Olfato aparece en la misma mesa recibiendo un ramo de flores de otro Cupido. Es evidente que la representación de la vista tiene mucho más protagonismo en este lienzo que el olfato. A diferencia de la serie anterior la carga simbólica de las pinturas colgadas no está tan relacionada con las alegorías que representa. En realidad ambos lienzos parecen menos simbólicos que la serie de 1618, con una normalización de las alegorías anteriormente utilizadas. Parecen más bien una excusa para mostrar la vida de lujo y ambiente artístico que se respiraba en la corte de los archiduques, mostrando a su vez, a través de las obras colgadas en las paredes, el esplendor de la escuela flamenca del pasado y del momento con obras de El Bosco, Joost de Momper, Sebastian Vrancx, Rubens, Frans Snyders o Jan Wildens entre otros.
Esta pintura formaba parte de un conjunto llegado desde Flandes para decorar la Torre de la Reina del Alcázar de Madrid. La primera referencia documental de este grupo de 26 obras aparece en el inventario del Alcázar de 1636, donde se mencionan 25 de ellas en la "Pieza grande antes de el dormitorio de su magd. que es donde cena en el quarto bajo de verano" y la otra, una guirnalda de flores y angelotes de F. Snyders, Jan Brueghel el viejo y el taller de Rubens en la "Pieza donde su magd. duerme en el quarto bajo de verano". En este inventario se dice, tras enumerarlas, que fueron las "que se trajeron de Flandes a la reina nra. Sa y estaban colgadas en la torre nueva de su quarto alto y su magd. el Rei nro. Sr. las mandó poner aquí". Así las pinturas fueron trasladadas de su ubicación original a otros dos nuevos emplazamientos sin que sepamos ni el motivo ni la fecha.
Del origen del conjunto llegado desde Flandes poco se sabe más allá de un documento citado por Pedro de Madrazo en su Viaje Artístico de 1884 (p. 110) el que se habla de un pago en 1623 autorizado por la reina, Isabel de Borbón, de unas obras llegadas de Flandes para decorar sus aposentos. Así pues desconocemos de donde pudo venir esta comisión, si fue la reina quien encargó estas obras, el rey o si la idea vino de Flandes pasando por la archiduquesa Isabel Clara Eugenia. Lo que si parece cierto es que no se trata de un encargo cerrado a un pintor, sino más bien un conjunto de obras de diferentes artistas flamencos enviados para decorar la mencionada Torre, después de las remodelaciones llevadas a cabo allí por Juan Gómez de Mora. Información revisada y actualizada por el Departamento de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo Nacional del Prado (enero, 2015).