Vista de El Campillo, casa de campo de los monjes de El Escorial
Tercer cuarto del siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 55,5 x 199 cmDepósito en otra institución
Lo que el pintor aquí ha representado podría definirse como una síntesis de paisaje descriptivo y escena de género de la vida cotidiana. Pequeñas figuras pueblan el lienzo que nos permite ver los edificios de El Campillo, lugar de descanso y recreo de monjes y realeza, en los primeros términos de la composición, recortándose sobre el celaje claro que envuelve en la lejanía las montañas de la Sierra del Guadarrama.
El Campillo, actualmente finca privada situada junto a la carretera que conduce desde San Lorenzo de El Escorial a Guadarrama, fue en origen un pueblo con ciento veinte habitantes que fueron expulsados de él al quedar convertido en territorio de caza. En 1596 Felipe II adquirió en 40.000 ducados al duque de Maqueda los terrenos del municipio, para que fuesen asimilados al Real Monasterio que acaba de ser terminado. Ambos quedaron unidos por dos avenidas que los comunicaban entre sí. El antiguo palacio-fortaleza, que aquí se representa, iluminado, algo retrasado y en el centro de la composición, fue remodelado en la fecha de la compra con obras de cantería y albañilería, y posteriormente, durante el reinado de Felipe IV, se amplió, se le añadió el tejado y se ordenó edificar las casas que le rodeaban para alojamientos y servicios del propio palacio. Este sería el caso de la granja que aparece a la izquierda, donde se ven personas efectuando faenas domésticas. Quizá sea éste el momento en que se le encargó a Agüero el lienzo que aquí se expone.
La iglesia que aparece a la derecha, en sombra, junto a cuyo pórtico un fraile jerónimo conversa con un personaje ataviado a la usanza de la época, todavía se conserva en la actualidad y mantiene la tradicional advocación de la Santísima Trinidad.
La pintura serviría como sobrepuerta, a juzgar por su especial formato alargado. Entró en el Museo procedente de la Colección Real y atribuido a Martínez del Mazo, y así permaneció hasta que Tormo propuso su atribución, generalmente aceptada, a Agüero, su discípulo (Texto extractado de Orihuela, M.: Pintores del reinado de Felipe IV, Museo del Prado, 1994, p. 88).
Urrea, Jesús, Pintores del reinado de Felipe IV, Madrid, Museo del Prado-Caja de Ahorros de Navarra, 1994, p.88