Combate de mujeres
1636. Óleo sobre lienzo, 235 x 212 cm.Esta obra representa la escena final de un encuentro brutal entre dos luchadoras. La mujer de la derecha tiene la superioridad sobre su oponente, que ha caído herida en tierra, y está a punto de darle el golpe de gracia. Detrás de ellas, a la izquierda, un militar romano observa apoyado, en una alabarda, mientras que tras el muro de la arena soldados y civiles asisten al espectáculo. La composición está enmarcada por las lanzas dispuestas en diagonal que parecen poner de relieve el carácter militar de la escena. ¿Pero cuál es en realidad el tema del cuadro?
Según los catálogos del Prado el asunto representa, o está inspirado en, un duelo que tuvo lugar en 1552 ante el virrey de Nápoles, el marqués del Vasto, entre dos damas napolitanas, Isabella de Carazi y Diambra de Petinella, que se disputaban el amor de un apuesto joven llamado Fabio de Zeresola. Desgraciadamente la fuente de este tema no aparece nunca citada, y esta identificación además plantea ciertas dificultades.
Isabel Mateo ha sugerido que Ribera habría concebido el cuadro como una alegoría política que reflejara el conflicto nacionalista entre los napolitanos y sus señores feudales y extranjeros, que acabaría por explotar en la revolución de Masaniello de 1647.
Teniendo en cuenta que Ribera estaba estrechamente vinculado al virreinato, en cuya corte desempeñaba un cargo oficial, y que este cuadro fue encargado casi con certeza para el rey Felipe IV a través de su virrey en Nápoles, el conde de Monterrey, es muy poco probable que represente aspiraciones antiespañolas y antimonárquicas. Seguramente formó parte del encargo del grupo de obras con temas de la antigua Roma, concretamente de entretenimientos circenses, pintadas durante mediados de la década de 1630 por Giovanni Lanfranco, Giovan Francesco Romanelli, Andrea di Lione y otros, para decorar los salones del Palacio del Buen Retiro.
Las gladiadoras no eran raras en la antigua Roma. Es muy poco probable que Ribera hubiera visto imágenes del mundo antiguo que mostraran a gladiadoras, pero debía conocer escenas de amazonas luchadoras. Ribera representó a las mujeres con vestidos y con peinados clasicistas, especialmente marcados en el trenzado que, a modo de serpientes, enmarca el rostro de la luchadora rubia caída en el suelo. La radiografía muestra que cambió la posición de la cabeza de ésta, que originalmente estaba girada mirando más hacia arriba. La composición es severa y monumental y las principales figuras están dotadas de una serena belleza clásica. Su riqueza cromática, queda patente sobre todo en el brillante color naranja y en los elegantes tonos malvas de los vestidos de las mujeres, lo que denota el interés del artista en la pintura del Cinquecento veneciano, interés que se estaba desarrollando precisamente a mediados de la década de 1630.
A lo largo de las últimas décadas se ha tratado de establecer la existencia de una serie de cuadros relativos a la Historia de Roma, entre los que se encuentra esta obra, encargados por los representantes de Felipe IV en esa ciudad y en Nápoles a partir de una fecha cercana a 1634 para el palacio del Buen Retiro. Persisten veintiocho obras que pueden relacionarse con este proyecto (conservadas principalmente en el Museo del Prado y Patrimonio Nacional), a las que se pueden añadir otras seis más actualmente destruidas o cuyo paradero se desconoce, todas ellas citadas en la Testamentaría de Carlos II. En total, unas treinta y cuatro pinturas, el conjunto más numeroso de todos los del Retiro incluyendo el Salón de Reinos y sólo inferior en número a las escenas mitológicas que en esos mismos años el cardenal-infante don Fernando, hermano del rey, solicitaba a Rubens para la Torre de la Parada. Su número constituye el primer argumento que permite entender la importancia otorgada a este ciclo en el nuevo palacio (Texto extractado de Úbeda de los Cobos, A.; Finaldi, G. en: El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, Museo Nacional del Prado, 2005, pp. 169-170; 228-230).