Corral
1869. Óleo sobre lienzo, 38 x 46 cmSala 063B
Fortuny mostró gran preocupación en su obra por los pequeños detalles, como se aprecia en este óleo, en el que estudia los movimientos fugaces de las aves y en particular de las gallinas. Así, introdujo estos animales como parte de la ambientación en varias de sus mejores composiciones -entre ellas Herrador marroquí, Almuerzo en la Alhambra o Un patio, Granada-, para dar una textura más rica, por su capacidad para dinamizar y aligerar la composición, por su colorido y también por su viveza.
Pero este Corral del Prado no parece ser un trabajo preparatorio para otra composición, sino que es un estudio autónomo de estos animales, un ejercicio libre del pintor, destinado a captar sus movimientos sin más, lo que concuerda bien con otros estudios pintados, como el de la Biblioteca Museu Víctor Balaguer o el que se guarda en el Museo Fortuny de Venecia, todos ellos fieles testimonios de ese interés tan concreto.
Un gran número de apuntes sobre papel de gallináceas en el MNAC dan buena cuenta de esa misma preocupación por captar la gestualidad ligera y cambiante de estos animales y por la diversidad de sus perfiles, que fueron estudiados por Fortuny con una amplia libertad creativa que revela, al mismo tiempo, la importancia que el maestro otorgaba a la plasmación fiel del averío. Este conjunto de dibujos puede relacionarse además con algunos estudios de obras de Hokusai que también realizó sobre papel, reflejos muchas veces de vistas naturalmente desordenadas y tomadas desde una perspectiva privada, tan definitorias de esas manifestaciones artísticas orientales que tanto interesaron al pintor (Texto extractado de G. Navarro, C. en: Fortuny (1838-1874), Museo Nacional del Prado, 2017, pp. 209-210).