La reina María Cristina y su hija la reina Isabel pasando revista a las baterías de artillería que defendían Madrid en 1837
1865 - 1866. Óleo sobre lienzo, 300 x 460 cmSala 063B
Este lienzo ocupaba el techo del Salon Rouge del palacete de los duques de Riánsares en París. La decoración de este espacio, destinado a recibir visitas, exaltaba la regencia de María Cristina y la legitimidad de su hija Isabel II, contra la que lucharon los defensores de Carlos María Isidro de Borbón, aspirante al trono. La obra muestra las escaramuzas entre tropas cristinas y carlistas en septiembre de 1837, que resultaron decisivas para el desarrollo de la primera guerra carlista (1833-40) y mostraron la inferioridad del hermano de Fernando VII. Fortuny tuvo que incluir, de modo sintético, numerosas referencias topográficas de los alrededores de Madrid, donde sucedieron los diferentes hechos que se muestran. Estos son representados de forma fidedigna y se ordenan en torno al arroyo Abroñigal, en el centro de la composición, ya que de ahí debía colgar la lámpara. El autor consigue captar tanto la solemnidad de la revista real, resuelta con una acertada disposición escénica, como el fragor de la escaramuza entre los dos ejércitos en el segundo término, donde la factura se vuelve mucho más libre y jugosa. Los diferentes matices con los que está trabajado el fondo, con detalles como el humo de los fusiles, o el modo de resolver mediante empastes la cambiante orografía, hacen que el paisaje, con su forzada perspectiva, cobre mayor protagonismo que el propio asunto de la obra.
El infante Sebastián Gabriel, defensor de la causa carlista, que tiene en su mano derecha el anteojo y al cual Fortuny ha marcado incluso su joroba, tal y como Gaye le había indicado, está acompañado por su Estado Mayor -con dos regimientos de infantería y uno de caballería-, además de por una compañía de guerrillas y del batallón de reserva. En la parte inferior, que se correspondería con las inmediaciones del Retiro, se disponen los batallones y compañías del ejército de la reina, que, montada en su coche y acompañada del general Evaristo San Miguel, pasa revista a la batería fija de cuatro cañones, cada uno de los cuales está flanqueado por otros tantos soldados. Delante de ellos, la compañía a caballo presenta armas a la reina. Los caballos y jinetes del primer término son, sin embargo, una licencia del pintor, que Gaye le permitió incluir. En el centro, el arroyo del Abroñigal -sobre el que cruza el camino de Vallecas- marca la principal referencia espacial, mientras que al fondo se divisa la silueta del cerro de los Ángeles con su ermita (en el término municipal de Getafe) y el camino de Aranjuez, por donde llegaron ese mismo día a la corte las alhajas procedentes de la catedral de Toledo y los fondos públicos de esa ciudad, recogidos en cuatro convoyes y escoltados por milicianos de caballería de Madrid, tal y como le había precisado Gaye. Este también puso especial empeño en que Fortuny se esmerase en los retratos del infante, Evaristo San Miguel, María Cristina e Isabel II, porque "en esto está la historia del cuadro".
José Gaye, secretario de los duques, fue el encargado de definir los aspectos principales de la obra, incluyendo la descripción de los diferentes accidentes topográficos, los cultivos y las especies arbóreas y la posición de los personajes, regimientos y guerrillas representados. Fortuny, más que concebir su representación con un carácter evocador, se limitó a incorporar las diferentes indicaciones de Gaye, quien pretendía plasmar de forma fidedigna uno de los hechos de armas más relevantes de la primera guerra carlista, en el cual había quedado demostrada la incapacidad militar y estratégica del infante y de don Carlos. Por eso, Gaye se esforzó en ajustar la representación a la veracidad histórica de un momento muy concreto, tanto en los personajes representados como en su ambientación y localización geográfica, y permitió al artista muy pocas concesiones decorativas.
La realización de la obra debió resultar especialmente compleja para el artista, pues a la dificultad de su envergadura se unía la necesidad de plegarse en todo momento a los dictados de Gaye. Este hecho permitiría explicar algunas de sus singularidades compositivas.
Martínez Plaza, P.J., 'Mariano Fortuny. La reina Maria Cristina y su hija la reina Isabel pasando revista a las baterias de artillería que defendían Madrid en 1837' En:. Fortuny (1838-1874), Madrid, Museo Nacional del Prado, 2017, p.148-152 n.25