Cupido
1637 - 1638. Óleo sobre lienzo, 101 x 88 cm. En exposición temporalLa pareja de representaciones del dios pagano del amor, Cupido, formada por esta obra y El amor desinteresado (P205) de Guercino, constituye un hermoso testimonio de la confluencia de arte y política durante el barroco. De una parte, sus autores son dos de los máximos protagonistas del triunfo de la pintura boloñesa en la primera mitad del siglo XVII. Ambos educados como artistas en el fecundo entorno de los Carracci, también los dos conquistaron el pujante mercado romano y la protección de los más importantes mecenas de la curia cardenalicia. No obstante, pese a su sustrato formativo común e ideales estéticos tan próximos, la comparación de los dos lienzos también pone de manifiesto la diversa personalidad de uno y otro en sus respectivos momentos de madurez. Un contraste deliberado muy del gusto de los aficionados de su tiempo, quienes sin duda valorarían este sugerente juego visual entre el severo clasicismo de Reni y las aterciopeladas calidades de Guercino.
Parece que la reunión de ambas pinturas fue iniciativa de un importante patricio romano, de refinada formación humanística y artística, el cardenal Camillo Massimo. Se desconoce el momento en el que adquirió la pintura de Reni, que habría de servir de contramodelo para la de Guercino, a quien consta que se le pagó una obra de este tema en enero de 1654 por un religioso desconocido, el padre Salvatore de Piacenza. Los dos cupidos aparecen documentados juntos por vez primera en las colecciones del rey Felipe IV, en 1666, a quien las hubo de regalar Massimo. El Cardenal las ofrecería al monarca durante su etapa como nuncio pontificio en la corte española entre 1654 y 1656.
El regalo diplomático tenía en este caso un valor especial. Las circunstancias de la llegada de Massimo a Madrid fueron ciertamente adversas y utilizó estas obras para congraciarse con un soberano famoso por su pasión coleccionista. Por ello unas aparentemente banales representaciones de Cupido encierran unas sutiles connotaciones alegóricas y políticas que los cortesanos españoles debieron apreciar. Por lo pronto fueron muy del agrado de Felipe IV, quien los colocó en su despacho de verano del Alcázar madrileño, en la misma habitación en la que colgaban originalmente Las meninas de Velázquez.
La pintura de Guido Reni muestra al pequeño dios alado en una curiosa actitud. Aparece ante un fondo marítimo ofreciendo una de sus flechas a una paloma, mientras sujeta con indiferencia su arco y el carcaj queda olvidado a sus pies. Las tonalidades frías dominantes, tanto en el azul del fondo como en las nacaradas carnaciones del niño, confieren un aire escultórico acentuado por su maciza anatomía. Aunque la línea de los contornos queda perfectamente marcada, el tratamiento ágil de las carnaciones resulta más propio del Reni último, así como el hermoso prototipo fisonómico.
Sin embargo esta encantadora y aparentemente trivial presentación de Cupido en realidad encierra un contenido iconológico particular, pues se trata del Amor Domato o Amor domado. Éste ha rendido sus armas y lo simboliza cediendo una flecha a la paloma que, en este caso, puede significar el amor conyugal. La paz y entrega del protagonista se contraponen al vuelo del cupidillo del fondo, quien permanece en guardia para disparar sus dardos.
El cuidado puesto por Massimo en escoger un exquisito regalo para el rey aficionado a la pintura parece que se excedió del plano artístico descrito. El recurso a un mito pagano no se limitó a su transformación moralizada, sino que sus atributos iconográficos se prestaron a una inteligente presentación del nuncio en Madrid. En el caso de Reni no fue previsto, sino aprovechado a posteriori, pues la paloma blanca es uno de los distintivos heráldicos de la familia Pamphili. El papa que enviaba a Massimo a España, Inocencio X, pertenecía a dicha familia. Otro detalle del cuadro de Guercino hace referencia a un pontífice anterior, pues una de las monedas arrojadas al suelo muestra la efigie de Urbano VIII. Éste había llevado una política profrancesa, que había dado lugar a constantes enfrentamientos con la Monarquía Hispánica. De ahí que Massimo quisiera pregonar su apego al nuevo papa, de marcada hispanofilia, valiéndose de este sagaz juego y, seguramente, incluyendo esta referencia en el Cupido que encargaría para Felipe IV (Texto extractado de Beaven, L. en: Italian Masterpieces. From Spain`s Royal Court, Museo del Prado, 2014, pp. 104-106).