El Amor desinteresado
Hacia 1654. Óleo sobre lienzo, 99 x 75 cm. En exposición temporalLa pareja de representaciones del dios pagano del amor, Cupido, formada por esta obra y Cupido (P150) de Guido Reni, constituye un hermoso testimonio de la confluencia de arte y política durante el barroco. De una parte, sus autores son dos de los máximos protagonistas del triunfo de la pintura boloñesa en la primera mitad del siglo XVII. Ambos educados como artistas en el fecundo entorno de los Carracci, también los dos conquistaron el pujante mercado romano y la protección de los más importantes mecenas de la curia cardenalicia. No obstante, pese a su sustrato formativo común e ideales estéticos tan próximos, la comparación de los dos lienzos también pone de manifiesto la diversa personalidad de uno y otro en sus respectivos momentos de madurez. Un contraste deliberado muy del gusto de los aficionados de su tiempo, quienes sin duda valorarían este sugerente juego visual entre el severo clasicismo de Reni y las aterciopeladas calidades de Guercino.
Parece que la reunión de ambas pinturas fue iniciativa de un importante patricio romano, de refinada formación humanística y artística, el cardenal Camillo Massimo. Se desconoce el momento en el que adquirió la pintura de Reni, que habría de servir de contramodelo para la de Guercino, a quien consta que se le pagó una obra de este tema en enero de 1654 por un religioso desconocido, el padre Salvatore de Piacenza. Los dos cupidos aparecen documentados juntos por vez primera en las colecciones del rey Felipe IV, en 1666, a quien las hubo de regalar Massimo. El Cardenal las ofrecería al monarca durante su etapa como nuncio pontificio en la corte española entre 1654 y 1656.
El regalo diplomático tenía en este caso un valor especial. Las circunstancias de la llegada de Massimo a Madrid fueron ciertamente adversas y utilizó estas obras para congraciarse con un soberano famoso por su pasión coleccionista. Por ello unas aparentemente banales representaciones de Cupido encierran unas sutiles connotaciones alegóricas y políticas que los cortesanos españoles debieron apreciar. Por lo pronto fueron muy del agrado de Felipe IV, quien los colocó en su despacho de verano del Alcázar madrileño, en la misma habitación en la que colgaban originalmente Las meninas de Velázquez.
En cuanto al lienzo de Guercino, se ignoran los detalles concretos de su encargo. Pero ya que las medidas y la escala de los personajes son prácticamente idénticas resulta evidente que fue encargado ex profeso para ser emparejado con la obra pintada por Reni unos dieciocho años antes. También por elegir una iconografía moralizada del amor, en concreto una variante peculiar del Amor virtuoso. Aquí Cupido no sólo ha dejado sus armas de lado, sino que aparece en acto de total renuncia de los bienes terrenales. Por ello vuelca el pequeño tesoro de monedas que guardaba en un saco de terciopelo, tirándolas al suelo donde yace su arco. Otros detalles como el cortinaje rojo o el globo terráqueo a los que da la espalda refuerzan su desapego al lujo o a las glorias mundanas. Si bien la ausencia de elementos tópicos del amor virtuoso, como la corona de laurel, indican que estamos ante un amor carente de interés material o desinteresado. El cuadro ofrece la suave entonación claroscurista tan característica de Guercino, creando una personal atmósfera poética que rodea la dulzura del modelo infantil. Incluye un breve fondo de naturaleza, con un puente y otras construcciones, que evoca asimismo el paisaje emiliano.
El cuidado puesto por Massimo en escoger un exquisito regalo para el rey aficionado a la pintura parece que se excedió del plano artístico descrito. El recurso a un mito pagano no se limitó a su transformación moralizada, sino que sus atributos iconográficos se prestaron a una inteligente presentación del nuncio en Madrid. En el caso de Reni no fue previsto, sino aprovechado a posteriori, pues la paloma blanca es uno de los distintivos heráldicos de la familia Pamphili. El papa que enviaba a Massimo a España, Inocencio X, pertenecía a dicha familia. Otro detalle del cuadro de Guercino hace referencia a un pontífice anterior, pues una de las monedas arrojadas al suelo muestra la efigie de Urbano VIII. Éste había llevado una política profrancesa, que había dado lugar a constantes enfrentamientos con la Monarquía Hispánica. De ahí que Massimo quisiera pregonar su apego al nuevo papa, de marcada hispanofilia, valiéndose de este sagaz juego y, seguramente, incluyendo esta referencia en el Cupido que encargaría para Felipe IV (Texto extractado de Beaven, L. en: Italian Masterpieces. From Spain`s Royal Court, Museo del Prado, 2014, pp. 104-106).