Dama del joyel
Hacia 1552. Óleo sobre tabla, 107 x 83 cmSala 056
Al no estar documentado y carecer de inscripciones identificativas fiables o de un escudo, no ha sido posible conocer quién es la retratada, pese a que un papel al dorso la identifica sin fundamento con la prometida de Felipe II antes de romper su compromiso para casarse con María Tudor en 1554, María de Portugal, a la que Moro retrató durante su viaje a Portugal en 1552. Aunque no se trate de ella, lo cierto es que Moro debió pintar este retrato en fechas cercanas a los que hizo en Portugal en 1552 o, al menos, así lo sugieren tanto su indumentaria como la elevada calidad técnica y el dominio del color de esta obra. Moro la representó con una toca de cabos que deja las orejas al descubierto y un rico traje negro, con lazos blancos y cabos de metal similares a los que portaba la emperatriz María en el retrato del Prado, firmado por Moro en 1551 (P02110). No obstante, en La dama del joyel, el traje sin escote y con cuello alto se asemeja más al de doña Juana de Portugal, asimismo en el Prado (P02112), aunque esta dama, igual que la emperatriz, se adorne, además, con otras joyas, entre ellas un collar y un cinturón de oro. El maestro de Utrech hizo gala de su maestría a la hora de traducir las calidades y definir el carácter de esta dama, a la que representó de más de medio cuerpo, de pie y en posición de tres cuartos hacia la derecha, ante un fondo oscuro. De forma habitual en los retratos de Moro, la dirección de su mirada, desviada de la de la cabeza, se dirige al espectador, pero no de frente. De este modo, el pintor la dota de un expresión tensa que contrasta vivamente con la sofisticación del gesto de la mano derecha, artificioso y elegante, con el que sostiene el joyel que pende de su cuello y que ha servido para darle nombre. Lo sujeta con dos dedos de su mano derecha como en los retratos de la maniera que Moro conoció durante su estancia en Italia, en 1550, al tiempo que con la izquierda sostiene los guantes. Perteneció a la Colección Real. Fue adquirido por Carlos III en Nápoles al creer que se trataba de un retrato de la emperatriz Isabel de Portugal de mano de Tiziano. En 1772 este retrato aparece registrado en el palacio del Buen Retiro (Texto extractado de Silva P.: Pintura flamenca de los siglos XV y XVI. Guía, Museo Nacional del Prado, 2001, p. 244).