Isabel II niña
1832 - 1837. Aguatinta litográfica, Litografía a lápiz, Litografía a pluma, Raspador sobre papel avitelado, 640 x 480 mmNo expuesto
Estampa encuadernada con el resto del volumen 3 (G04911-G40983), en holandesa, con cubierta y trasera forradas en papel de aguas y, en la piel del lomo, la inscripción en letras doradas COLECCION / DE CUADROS / DEL / REAL MUSEO. // 3. Medidas de la cubierta: 660 x 500 mm. Las estampas de este tomo III fueron entregadas para su edición entre 1832 y 1837, año este último en que, según las cuentas presentadas en Palacio, se sabe que acabó el proyecto, en concreto el 14 de febrero de 1837. El tomo contiene una portadilla tipográfica con el título, pero carece de portada litográfica como los dos tomos anteriores; un retrato de Isabel II niña; un texto impreso de José Musso y Valiente con la condolencia por la muerte de Fernando VII. Por último 18 cuadernillos, con textos del propio Musso y de Pedro de Madrazo, numerados del CXXVII al CXCVIII, con un total de 50 estampas. Esta estampa reproduce el lienzo de Federico de Madrazo, pintado hacia 1834, en la actualidad en la colección del Marqués de Santillana. Se encuadernó en el tercer volumen, tras la portadilla tipográfica, de la serie editada por el Real Establecimiento Litográfico, dirigida por José de Madrazo, Colección litográfica de cuadros del rey de España el señor don Fernando VII, Madrid, 1832-1837. Hay otro ejemplar encuadernado, G04770, y otros dos sueltos, G04145 y G04146.
En 1825 se fundó el Real Establecimiento Litográfico con la clara finalidad de publicar la Colección litográfica de los cuadros del rey de España, a la sazón Fernando VII. José de Madrazo, director del recién creado Museo Real de Pinturas, germen del actual Museo del Prado, presentó al rey en 1825 el proyecto de reproducción de las obras del Museo a través de una nueva técnica de grabado, la litografía. Esta la había conocido en su estancia en París, y fue de su agrado porque permitía el detalle y la calidad a la vez que se ahorraba tiempo en comparación con las técnicas tradicionales calcográficas. En un principio los grabadores serían extranjeros hasta que poco a poco los españoles se fueran formando en la nueva técnica. La selección de los cuadros a reproducir fue mayoritariamente de temática religiosa y se completó con otros géneros en menor cantidad, tales como retratos, históricos, mitológicos, vistas y de género.
El proyecto editorial consistía en la publicación de las estampas dentro de unos cuadernos, que incluían a su vez unos cuadernillos, con su respectiva estampa y textos explicativos de la obra y de los autores, redactados por el erudito y académico de San Fernando, Juan Agustín Ceán Bermúdez (1749-1829). En 1828 a partir del cuaderno 13, estampa XLVII, Ceán, casi octogenario y con problemas de salud, no pudo seguir colaborando con esta empresa y fue sustituido por el también académico, de la Real Academia de la Historia, José Musso y Valiente (1785-1838). Los cuadernos se distribuirían por entregas cada mes o mes y medio, pero no se respetaron estos plazos. Gracias a que todos tenían las mismas medidas se podían encuadernar. Sin embargo no todas las estampas eran iguales porque se estamparon en papeles de diferente calidad e incluso en papel china, variando el precio de las mismas. De la misma manera se pusieron a la venta estampas antes de la letra con un precio superior. Así, gracias a un concepto moderno de mercado editorial, cada cliente previa suscripción, podía elegir la modalidad que mejor se adaptara a su bolsillo; el problema fue que los suscriptores fueron escasos y para dar salida a todas las litografías ya estampadas comenzaron a venderse también sueltas. Una vez cerrado el Real Establecimiento Litográfico las estampas se vendieron en otras librerías y estamperías de Madrid. Es interesante señalar que se vendieron otras estampas copias de los cuadros del Real Museo que sin embargo no formaron parte de la colección. En total se tiene noticia de 30 estampas aunque quizá hubo más. Es difícil saber para qué se hicieron aunque es lógico pensar que con la rapidez con la que se cerró la colección estas se pensaran para el tomo III, ya estarían dibujadas aunque los textos nunca llegarían a escribirse. En relación con las inscripciones, con los títulos y con las firmas hay pequeñas diferencias en lo referente a la caligrafía. Por ejemplo en la separación entre las palabras, e incluso en la función desempeñada por el Real Establecimiento Calcográfico que aun tratándose de la misma estampa, en algunas ocasiones figura como impreso en y en otras como estampado en.
El tomo I, con la fecha en la portada de 1826, de cuando se inicia la colección, contiene las entregas realizadas entre 1826 y 1829, es decir, 16 cuadernos hasta la estampa LXII. Forman este tomo, además de 61 estampas con sus respectivos textos, una portada, un retrato de Fernando VII y una vista del Museo. El tomo II, con la portada fechada en 1832, cuando se entrega el último cuaderno, contiene las realizadas entre 1829 y 1832. Recogía otros 16 cuadernos llegando así al cuaderno 32, hasta la estampa CXXVI. Además de 65 estampas se completaba el tomo con portada, un soneto dedicado a la reina María Cristina, su retrato, y otra vista, en este caso de la fachada del Jardín Botánico. Por último, el tomo III, con el retrato de Isabel II pero sin portada, recoge las 71 estampas restantes entregadas entre 1832 y 1837, año en que según las cuentas presentadas en Palacio se sabe que acabó el proyecto, en concreto el 14 de febrero de 1837. Contiene 18 cuadernos hasta completar los 50 de que consta la colección, es decir, hasta la estampa CXCVIII (Vega, J. Origen de la litografía en España. El Real Establecimiento litográfico, 1990, pp. 169-192 y 366-384, n. 103-337).
En resumen, la colección comprende 198 estampas numeradas en romanos y 8 más sin numerar encuadernadas en tres tomos. En total 206 litografías para una colección cuya datación de ejecución de las estampas es compleja; porque las primeras en ser estampadas no fueron necesariamente las primeras en editarse. Frente a la plancha de cobre del tradicional grabado calcográfico, que se conservaba para ir estampándola paulatinamente, el soporte de esta nueva técnica era la piedra, lo que suponía hacer toda la tirada seguida. Las piedras ocupaban mucho espacio en los talleres, las buenas eran escasas y por tanto caras, así que una vez dibujadas se estampaban y después se graneaban, con el consabido borrado de la imagen, dejándolas preparadas para reutilizarlas con otro dibujo cuantas veces fuera necesario. La biblioteca del Museo del Prado custodia dos ejemplares completos de la Colección Litográfica con los 3 volúmenes (Mad/915-917 y 18/148-18/150).