Isabel II
1848. Óleo sobre lienzo, 217,5 x 136,5 cmNo expuesto
A Federico de Madrazo se deben sin lugar a dudas los mejores retratos oficiales de la reina Isabel II a la que supo ennoblecer su fisonomía con la delicadeza y el adorno de una riquísima indumentaria y pedrería, especialmente descrita y resuelta con una calidad exquisita. A estos recursos decorativos añadiría Madrazo la dulcificación de sus rasgos y la distinción de una pose, humanizada en cierta manera por la imagen casi adolescente de la reina, de mirada limpia y serena que gozó de sobrada popularidad entre sus súbditos, con quienes, como diría Galdós, estableció un sentimiento igualitario del que emanaba la recíproca confianza. Nunca hubo reina más amada, ni tampoco pueblo a quien su soberana llevase más estampado en las telas del corazón. A este modelo responde este retrato de aparato de la soberana realizado en 1848, a los dos años de haber contraído matrimonio con su primo Francisco de Asís, a quien también el mismo Madrazo retrató de encargo para el Ministerio de la Guerra en un idéntico formato que subrayaba la unión de la pareja, precisamente cuando las crónicas ponían de manifiesto el difícil entendimiento de los cónyuges en estos primeros años de convivencia, mediados por las intrigas palaciegas y los intereses políticos que llevaron al matrimonio a interrumpir su relación en bastantes períodos de ese mismo año. Sobre un fondo áulico de pilastras, mármoles y cariátides, ya empleado en otros retratos anteriores y trabajados en varios dibujos y estudios, representa a la reina Isabel potenciando su dignidad real con los atributos de su soberanía, caracterizados en el cetro que porta en su mano y que apoya sobre el almohadón donde descansa la emblemática corona real. Ataviada con un elegante traje de gran gala de moaré blanco con volantes de gasas adornados con varios lazos de perlas unidas en el centro formando una flor y dos borlas colgando, luce sobre él una cola de terciopelo azul orlada de oro que arrastra a los pies, subrayando la dignidad de la representada cuyo talle esbelto difiere bastante de la fisonomía natural de la soberana tendente a la obesidad. Aparece condecorada con la banda de la orden de María Luisa y adornada con un bouquet de flores sobre el pecho. Sobre su piel, resalta un collar tipo riviére formado por diamantes y dos pulseras de brillantes y rubíes que secundan la hermosa y delicada diadema de oro y diamantes en forma de flores de lis que luce sobre su cabellera, peinada a la moda del momento en dos bandos que ocultan los pendientes cortos de diamantes. Isabel II nació en Madrid el 10 de octubre de 1830. Primogénita del rey Fernando VII y de su cuarta esposa, María Cristina de Borbón, asumió la Corona a los trece años de edad y gobernó durante uno de los períodos más convulsos de la política española del siglo XIX, caracterizándose su reinado por la sucesión de las guerras carlistas y los continuos motines y pronunciamientos de orden militar que supusieron un interminable baile de conservadores y progresistas en el gobierno de la nación, hasta la revolución liberal septembrina de 1868, que la obligó al exilio en París hasta su abdicación en 1870 en su hijo Alfonso XII, en cuya persona se restauraría la monarquía en 1874. En París, vivió en el palacio de Castilla, al amparo de Napoleón III y Eugenia de Montijo, produciéndose su muerte el 9 de abril de 1904 (Texto extractado de Gutiérrez, A.: El retrato español en el Prado. De Goya a Sorolla. Museo Nacional del Prado, 2007, p. 128).