León
1651. Bronce dorado, 75 x 61 cm. No expuestoSe trata de uno de los cuatro leones que soportan el tablero de la mesa de Don Rodrigo Calderón (O448). Los otros leones llevan los números O02942, O02943. El cuarto león que completa el conjunto es una copia en bronce de 2004. Por su deterioro, no pudo utilizarse el león de plomo de 1837 que reproducía uno original dañado en el incendio del Alcázar de 1734.
Durante su viaje a Italia en 1650, Diego Velázquez encargó al escultor Matteo Bonarelli (su apellido, que aparece escrito de muchas maneras diferentes, ha originado algunos equívocos: Bonocelli, Buonocelli, Bonacelli, Bonucelli, Boncelli, Bovarelli; en latín Bonucellus, Bonarellus) doce leones de bronce según dos modelos que el mismo Bonarelli había modelado en terracota. Existen dos documentos del 7 de enero de 1650 y del 2 de noviembre de 1651 que conciernen a estas obras. De ellos se deriva que la autoría de los modelos (inspirados en los leones que entonces se encontraban en Villa Médicis, en Roma, y que hoy están en la Loggia dei Lanzi en Florencia) eran de Bonarelli. A él se le debe la fundición de todos los leones y el dorado de dos de ellos; del dorado de los restantes se encargó Girolamo Ferreri (Jerónimo Ferrer). Passeri, y otros historiadores a partir de él, han atribuido erróneamente la autoría de los leones al escultor Giuliano Finelli, que fue enviado por el virrey de Nápoles para supervisar las obras, labor que ha dado origen a esta confusión. Los leones se enviaron a Madrid y se utilizaron para decorar el Salón de los Espejos del Alcázar , divididos en seis parejas que sostenían cada uno un tablero de pórfido y dos espejos con águilas de bronce (uno de los leones, hoy en el Salón del Trono del Palacio Real, está firmado: MATTEOS BONVGELLVS LVCENSIS AEROS LEONES DVODECIM FINXIT FVNDIT INAVRAVITQVE REGI CATOLICI AD MDCLI). Durante el incendio del Alcázar de 1734 los espejos se perdieron y uno de los leones se destruyó. Aunque los inventarios posteriores a ese año han dado lugar a cierta confusión en este sentido, es evidente que los leones no se conservaban en el mismo sitio. Investigaciones recientes demuestran que Carlos III deseaba que todos los leones (y no sólo cuatro, como finalmente ocurrió) se instalasen en el Salón del Trono del Palacio Real. Se lo pidió en junio de 1788 al escultor de cámara Pedro Michel, encargado de la restauración de las estatuas de bronce y otros materiales del Alcázar que habían sufrido daños en el incendio de 1734. Michel, que ya había restaurado ocho de los leones, reclamaba los cuatro que faltaban “para cumplir yo con la orden del rey, que es de colocar dichos doze leones en el gran salón.” En ese momento esos leones se encontraban en la Real Fábrica del Buen Retiro, bajo la responsabilidad del intendente, Domingo Bonicelli. Aunque ningún documento lo especifique, los leones que aún debían ser restaurados eran sólo tres, puesto que, como se ha dicho, uno de ellos no logró sobrevivir al incendio. En la Testamentaría de Fernando VII de 1834 ya se afirma que se habían enviado al real museo “siete leones de bronce de cuatro pies de largo cada uno por dos y dos tercio de alto”. Poco después, bajo la regencia de la reina gobernadora, Doña Cristina de Borbón, que ocupó el trono hasta que Isabel II fue mayor de edad, se pensó en ordenar y decorar la galería de escultura del real museo. Existe una carta del director del Prado, del 23 de enero de 1839, en la que “solicita se le embíen al Museo varias bolas de jaspe que se hallan en los sótanos del Rl Palacio”. No mucho antes, en 1836, Francisco Heredero, oficial de marmolistas, se había ocupado del pavimento de la galería de escultura. A pesar de no saberlo, la dirección del museo había comprendido bien la importancia del tablero regalado a Felipe II por el cardenal Alessandrino y también del que había pertenecido a don Rodrigo Calderón. Evidentemente, los leones de Bonarelli fueron símbolo de la realeza española ya desde tiempos de Felipe IV, y siguieron representándola bajo el reinado de Isabel II. Los leones aparecen en algunos retratos de Carlos II y de su madre que datan de la época en que aún se encontraban en el Salón de los Espejos del viejo Alcazar. Pero existe también un retrato oficial de Federico de Madrazo en que se ve a Isabel II junto a uno de los leones, y otro del rey Francisco de Asís donde el joven monarca aparece de pie junto a la mesa de Felipe II, que ya desde 1839 se sostenía en cuatro de estos leones. Los leones de Bonarelli fueron objeto de diversos estudios por parte de Madrazo, que realizó varios dibujos y bocetos al óleo. (Texto extractado de González-Palacios, A.: Las Colecciones Reales Españolas de Mosaicos y Piedras duras, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2001, pp. 74-76)