Magdalena penitente en la gruta de Sainte-Baume
1612 - 1614. Óleo sobre tabla, 60,6 x 154,8 cmNo expuesto
El 14 de febrero de 1612 Juan Bautista Maíno firmaba en Toledo el contrato para realizar las pinturas que conformarían el retablo mayor de la Iglesia Conventual de San Pedro Mártir, en la misma ciudad. Maíno se comprometía a realizar el retablo en el plazo de ocho meses, pintando las historias o asuntos requeridos por el prior del convento. Pese al compromiso establecido en el contrato, las pinturas no estuvieron concluidas hasta diciembre de 1614. Entre ambas fechas el artista ingresó en la Orden y en el propio convento, tras profesar el 27 de julio de 1613.
Los temas principales eran las representaciones más importantes de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su resurrección gloriosa, y se conformaban por ello en imágenes básicas del mundo católico, las fiestas mayores del año eclesiástico, conocidas como las Cuatro Pascuas. El resto de las obras que componían el conjunto, realizadas en un formato más reducido, eran también bastante populares, pero constituían sobre todo ejemplos de la quietud y el desapego mundano a los que aspiraba la vida monástica.
La composición de esta María Magdalena, sigue con bastante fidelidad una composición de Annibale Carracci que se data en torno a 1585, y de la que además conocemos una estampa de 1591 y un dibujo a sanguina. Maíno ha atenuado en parte la sensualidad del modelo italiano. Con las manos entrelazadas, la joven dirige su mirada hacia la cruz que apoya en dos peñascos representados a su derecha. Como en la composición de Carracci, la Magdalena convierte la Cruz en objeto de meditación, aunque sin que aparezca en su rostro signo alguno de sufrimiento o pesadumbre, como ocurre en el ejemplar boloñés. Es una figura concebida con un modelado rotundo y dotada de un rostro delicado de adolescente que enlaza con los idealizados modelos femeninos. La santa aparece intensamente iluminada, al igual que el entorno rocoso que la rodea, que conforma la referencia paisajística de la obra, además de una masa azulada al fondo que haría referencia a Saintes-Maries-de-la-Mer, el puerto por el que, según tradiciones medievales, la Magdalena llegó a tierras francesas. El tratamiento sumario con que está concebido este entorno no impide la evocación del mundo clasicista romano (Texto extractado de Ruiz, L.: Juan Bautista Maíno: 1581-1649, Museo Nacional del Prado, 2009, pp. 136-137).