San Antonio Abad en un paisaje
1612 - 1614. Óleo sobre tabla, 61 x 155 cm. No expuestoEl 14 de febrero de 1612 Juan Bautista Maíno firmaba en Toledo el contrato para realizar las pinturas que conformarían el retablo mayor de la Iglesia Conventual de San Pedro Mártir, en la misma ciudad. Maíno se comprometía a realizar el retablo en el plazo de ocho meses, pintando las historias o asuntos requeridos por el prior del convento. Pese al compromiso establecido en el contrato, las pinturas no estuvieron concluidas hasta diciembre de 1614. Entre ambas fechas el artista ingresó en la Orden y en el propio convento, tras profesar el 27 de julio de 1613.
Los temas principales eran las representaciones más importantes de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su resurrección gloriosa, y se conformaban por ello en imágenes básicas del mundo católico, las fiestas mayores del año eclesiástico, conocidas como las Cuatro Pascuas. El resto de las obras que componían el conjunto, realizadas en un formato más reducido, eran también bastante populares, pero constituían sobre todo ejemplos de la quietud y el desapego mundano a los que aspiraba la vida monástica.
En la representación de San Antonio Abad, Maíno recupera un modelo masculino en conexión con los apóstoles de la Pentecostés. Este eremita temprano se hizo muy popular a lo largo de toda la Edad Media, sobre todo por el poder sanador de enfermedades contagiosas que se le atribuyó. Aparece sentado de frente al espectador parapetado por una formación rocosa de perfiles redondeados bañados aquí por las sombras de lo que parece un plácido atardecer junto a un ancho río. En la orilla opuesta, y junto a unos frondosos árboles, puede verse una iglesia, seguramente una alusión a su condición de fundador de la Orden de los Antoninos o Antonitas. Maíno muestra una pintura de trazos largos y densos en la zona del celaje, mientras que la construcción del santo se ha llevado a cabo por medio de pinceladas empastadas y zonas de transparencias que luego matiza con sutiles toques que ayudan a definir, con caligrafía de miniaturista, zonas como la cabeza de San Antonio Abad, un fragmento de pintura que presenta algunos detalles de notable calidad (Texto extractado de Ruiz, L.: Juan Bautista Maíno: 1581-1649, Museo Nacional del Prado, 2009, pp. 136-137).