Lazo de unión
1895. Óleo sobre lienzo, 196 x 306 cmNo expuesto
Curiosear en la banalidad de lo cotidiano llegó a ser, a raíz de la difusión del Realismo en los ámbitos del gusto burgués, una pequeña satisfacción no exenta de cierta frivolidad por lo que tenía de improcedente. Quien contempla el cuadro se convierte, como espectador accidental, pero algo morboso, de una escena donde no tiene cabida real ni moral, en un mirón que se complace en ello. La intromisión en lo familiar, no tenemos derecho a saber lo que pasa, y mucho menos a contemplar una discusión, donde cualquiera estaría apurado, se convierte en una posibilidad para explorar las siempre complejas relaciones entre la casualidad, la lógica y la naturalidad de la mirada.
Como en otros cuadros de ese peculiar Realismo que se premia en las exposiciones nacionales, esta obra obtuvo la medalla de segunda clase en la Nacional de 1895, el pintor concibe la representación en términos narrativos tradicionales, donde cada figura, cada gesto y cada elemento decorativo concentran un explícito mensaje, como corresponde a una pintura que se sustenta en su capacidad para expresar plásticamente un discurso literario. Es fácil de comprender que se acaba de producir una discusión familiar: la mujer, vuelta en dirección opuesta a su marido, reacciona con lágrimas que trata de enjugar con un pañuelo, el varón, en el otro extremo del sofá donde están sentados, trata de resistirse con altiva indiferencia a la contrariedad, aunque su rostro viril encierra una conmoción interior, y la hija de ambos, que da título al cuadro, pretende poner fin a la situación (Texto extractado de Reyero, C.: “Lazo de Unión”, Ternura y Melodrama. Pintura de escenas familiares en tiempos de Sorolla. Conselleria de Cultura i Educació de la Generalitat Valenciana, 2003, p. 328).