Paisaje de Portici
1874. Acuarela, Aguada de pigmentos opacos [gouache, témpera] sobre papel, 460 x 320 mm. No expuestoLas acuarelas de la época de Portici reflejan la parte más sensible y delicada de la obra artística de Fortuny y quizá también de su trabajo más apacible y placentero ya que eran producciones especialmente sentidas y libres, creadas al margen de las imposiciones marcadas por el comercio. Durante su estancia en la costa de Nápoles, Fortuny pintó sobre todo paisajes. Era lógico, ya que el escenario en el que se desarrolló su vida durante el verano de 1874 -el mar y la montaña-, ofrecía las mejores posibilidades para afrontar este género pictórico.
Es en las obras de "tierra adentro" donde se advierte que el artista se expresa con mayor libertad, especialmente con los recursos que le ofrece la acuarela, técnica mucho más rápida e intuitiva que cualquier otra. Es probable que algunos de esos paisajes fueran captados desde las terrazas de villa Arata, su casa, desde las que se divisaba por un lado el Tirreno y por el otro el cordón montañoso del Soma. Desde esa atalaya veía también los fértiles terrenos de cultivo y las casas de campo que circundan al Vesubio. No cabe duda del interés de Fortuny por representar estas arquitecturas de líneas sintéticas, rematadas por azoteas, que marcaban una línea horizontal y un plano extenso en el que podía pintar los deslumbrantes efectos del sol sobre las fachadas encaladas.
La obra del Prado muestra la visión de una arquitectura exenta de figuras, probablemente tomada a plena luz del mediodía. Es prácticamente un ejercicio de contrastes lumínicos que sobre todo en el celaje presenta un desarrollo importante ya que el artista colocó la línea del horizonte muy baja. Esta queda acentuada, además, por el formato vertical de la obra. En este amplio espacio, que ocupa al menos dos tercios de la composición, la paleta se reduce al mínimo y aumentan las sinuosas reservas del papel -a veces reforzadas con pigmento gris- que proporcionan la vibración de una atmósfera cambiante, tan característica de las zonas próximas al mar. En las arquitecturas densifica el color con una capa de gouache sin prescindir del dibujo nítido de su pincel para marcar las líneas horizontales de las casas. En el primer plano, verdes y malvas conforman la vegetación, en la que sobresale un empalizado rústico que cierra la composición y ejerce de barrera visual para el espectador, que inevitablemente comienza a observar la obra a partir de ese punto, subrayado, además, por esa inexplicable forma rectangular inacabada del ángulo inferior izquierdo que parece estar fuera del cuadro (Texto extractado de Gutiérrez, A. en: Fortuny (1838-1874), Museo Nacional del Prado, 2017, pp. 329-333).