Vaso en forma de dragón o caquesseitão
1550 - 1600. Cristal de roca / cuarzo hialino, 23 x 18 cm. Sala 079BSe trata de un vaso tallado en forma de animal fabuloso, compuesto por tres piezas de cristal de roca. La superior consiste en una cabeza con facciones monstruosas, con un cuerno en lo alto, que reposa sobre un largo cuello arqueado como el de un cisne. Encaja en un cuerpo sembrado de escamas, que acaba en una cola enroscada sobre sí misma. Posee además unas alas cortas, parecidas a las de los murciélagos y tiene patas de palmípedo flexionadas, labradas en altorrelieve a los costados. El animal se asienta sobre un astil compuesto por delfines con sus colas entrelazadas y las cabezas sobre un pie decorado con ondas marinas, modelo propio de la obra de Gasparo Miseroni. Su manipulación depara una sorpresa, ya que si se retira la pieza superior aparece, tallado en el lomo, un mascarón que figura un rostro con la boca abierta.
La apariencia de este animal grotesco podría corresponder no a la imagen convencional de un dragón, sino a lo que a principios del siglo XVII se denominara caquesseitão, un fabuloso animal que los portugueses describieron en Sumatra en el siglo XVI. Es muy parecido a los ejemplos que, según el historiador Luis Castelo Lopes, representarían a este animal, aunque carece de la línea de espinas en el lomo que constituye uno de sus rasgos distintivos.
Al levantar la tapa de este posible caquesseitão, aparece un mascarón monstruoso con la boca abierta. Es posible que esta idea quizás obedeciese a una tendencia, el animismo o vitalismo, apreciable en el Sacro Bosco de Bomarzo, en Viterbo, el jardín Aldobrandini en Frascati o al fachada del palazzo Zuccari en Roma, donde se emplean mascarones de rostro humano como puertas o ventanas, o incluso como bocas de chimenea, como sucede en la Villa della Torre Allegrini en Fumane, Verona.
Su estado original puede verse en la fotografía de Juan Laurent y Minier, “Vase, cristal de roche taillé et gravé, montures d’or et émail, XVIe siècle, règne de Henri III”, hacia 1879 (Museo del Prado, HF0835/35) (Arbeteta tiene presentado un texto sobre la revisión de la catalogación para su publicación).
Es una de las piezas pertenecientes al Tesoro del Delfín, el conjunto de vasos preciosos que, procedentes de la riquísima colección de Luis, gran Delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo Felipe V, primer rey de la rama borbónica española. Luis de Francia (1661-1711), hijo de Luis XIV y María Teresa de Austria, comenzó su colección tempranamente influenciado por su padre. La adquisición de obras se producía por diversas vías, desde regalos hasta su compra en subastas y almonedas. Al morir el Delfín, Felipe V (1683-1746) recibe en herencia un conjunto de vasos con sus respectivos estuches, que fueron enviados a España. En 1716 estaban en el Alcázar de Madrid, desde donde se trasladaron, en fecha posterior, a La Granja de San Ildefonso, lugar donde se citan a la muerte de Felipe V, conservados en la llamada Casa de las Alhajas. En 1776 se depositaron, por real orden de Carlos III, en el Real Gabinete de Historia Natural y continuaron en la institución hasta el saqueo de las tropas francesas en 1813. La devolución de las piezas se produjo dos años más tarde y con algunas pérdidas. Fue en 1839 cuando la colección llega al Real Museo, donde sufrió en 1918 un robo. Con ocasión de la Guerra Civil española fueron enviadas a Suiza regresando en 1939, con la pérdida de un vaso, desde entonces se encuentran expuestas en el edificio Villanueva.