El pintor Carlos de Haes
1867. Óleo sobre lienzo, 52,5 x 43,5 cm. No expuestoSobre un fondo neutro matizado desde el negro al verde azulado, se ilumina por la izquierda y desde arriba el rostro del pintor, recortado casi de perfil con abundante y rubia cabellera, ancha frente, bigote, perilla y ojos claros que delatan su origen natal. Los pardos del gabán, bajo el que se adivina un corbatín azulado, dan paso a un rostro en el que el juego de luces y sombras matizadas por peculiares toques de siena evidencian una frescura cálida y entonada de ejecución. A excepción del grabado de su discípulo Ricardo de los Ríos que se publicó en la edición de los Ensayos de grabado al aguafuerte de Carlos de Haes estampada en 1898 y del busto de Querol, no conservamos más representación plástica que ésta de Madrazo, en la que aparte de evidenciarse las cualidades magistrales del pintor, es un exponente veraz de la fisonomía formal del belga, de la cual tenemos noticia a través de variadas fotografías de época, las cuales constatan un innegable parecido físico, aún cuando los posados conformen una actitud afectada y distante.
Aparte del evidente parecido físico late en las pinceladas que conforman su rostro la consciencia de un retrato de pintor a pintor, y la consideración de un asumido juicio de igual a igual, valores éstos que lógicamente entre pintores estarían muy presentes a la hora de su realización. Efectivamente en este magnífico retrato transmite Madrazo con toda su energía la sobria personalidad de un hombre sencillo y bondadoso retratado en la normalidad de su existencia cotidiana sin ningún elemento que exalte ni lo relacione con su vida profesional en pleno éxito artístico y académico. Es muy probable que ambos coincidieran y asumieran esta sobriedad precisamente para definir la modesta y "humana" personalidad de Haes vinculándose así forma y fondo en una consecuente e indiscutible relación (Texto extractado de Gutiérrez, A.: Carlos de Haes en el Museo del Prado 1826-1898. Museo Nacional del Prado, 2002, p. 412).