El pintor Cosme Algarra
1870. Óleo sobre lienzo, 54 x 41 cmSala 062A
Retratado a sus 54 años, de busto y ante un fondo neutro, viste con indumentaria doméstica, sujeta su corbata con un alfiler y aparece cubierto por un grueso gabán. De gesto enérgico y temperamental, su escaso cabello, de incipientes canas en las sienes, le deja despejada la frente, luciendo poblado bigote y mosca. Mira al espectador con la boca apretada y el ceño ligeramente fruncido.
Nacido en Caudete (Albacete) en 1816, Cosme Algarra y Hurtado inició su formación artística como discípulo del pintor neoclásico José Aparicio (1773-1838), inclinándose pronto por la pintura de paisaje, si bien sus primeros pasos se encaminaron hacia otros géneros, presentando dos retratos en la Exposición de la Academia de San Fernando de 1840 con tan sólo 16 años. Entre 1858 y 1867, concurrió a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes con retratos y paisajes, e incluso llegó a ejecutar entonces alguna obra religiosa, como el Crucifijo pintado para la iglesia del barrio de Salamanca de Madrid, trabajando también como ilustrador de publicaciones, como La Conquista de Méjico de Escosura y el periódico Los Sucesos, entre otros.
Este es uno de los retratos de artistas más elocuentes y directos de toda la producción de Federico de Madrazo. A ello contribuye tanto la personalidad de su modelo como, sobre todo, la libertad de ejecución con que está resuelta su efigie, con gran cantidad de matices, que Madrazo utiliza en estos años para ponerse al día del nuevo realismo en boga y que, una vez más, hunde sus raíces en el arte de Velázquez, tanto en su entonación cromática, como en el manejo de la luz, difuminando los contornos, y aplicando toques breves de brillos en la nariz y el labio inferior del pintor.
Madrazo comenzó a bosquejar este retrato el 2 de agosto de 1868, según consta en su agenda diario de ese año, como muestra de amistad sincera hacia el paisajista, que se enrarecería pocos meses después al ser destronada Isabel II y recibir Algarra el nombramiento de Director del Museo Nacional de Pintura y Escultura, poco antes de su fusión con el Prado, despertando indignados comentarios de Federico de Madrazo a su hijo Raimundo en la confidencialidad de sus cartas.
El retrato se cita en el inventario manuscrito de Madrazo, entre sus retratos regalados: 143. Retrato de busto, de Cosme Algarra (1870) (Texto extractado de Díez, J. L.: Artistas pintados. Retratos de pintores y escultores del siglo XIX en el Museo del Prado. Museo del Prado, 1997, p. 130).